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Advertencia de que este capítulo es un poquito subido de tono. No quiero que me denuncien ni que me maten, por eso advierto


— ¡Si te invito una copa, y me acerco a tu boca, si te robo un besito, a ver ¿te enojas conmigo?!

— ¡¿Qué dirías si esta noche, te seduzco en mi choche? Que se empañen los vidrios y la regla es que goces!

Cubro mi cabeza con una almohada.

—Te juro que quiero matarlos a ambos.

Nain ríe a mi lado.

—Yo creo que es lindo que se lleven tan bien —Acomoda uno de los audífonos con los que está viendo Mulán.

—Les diste otra botella de... ¿Qué era?

—Ni idea, alcohol seguro.

—No se callaran nunca —Gruño, girando en la cama.

No sé cuánto pasa, incluso creo que me quedo dormida durante unos minutos, pero no pasan más de dos horas cuando el par de ruidosos se calla.

Y el departamento se torna silencioso.

Me acomodo en mi lado derecho y miro a Nain, quien tiene los ojos cerrados pero los anteojos aun puestos, por lo que asumo que no duerme.

Acomodo uno de sus rizos con suavidad, y él, aun con los ojos cerrados, toma mi mano y deja un beso en la palma.

—¿Estás bien? —Pregunta con dulzura, sin abrir los ojos.

Si, por primera vez en muchas semanas de verdad me siento bien. No sé si sean las palabras que me dijo en el bar, no sé si es por su presencia, no sé por qué la verdad, pero ahora mismo estoy bien.

—Perfectamente —Y soy sincera—. ¿Tú?

—Nunca he estado mejor.

Cierro mis ojos y disfruto del silencio, su compañía y la paz interna que me embarga.

No pasan muchos minutos cuando siento la necesidad de hacer una pregunta que lleva días perturbándome.

—¿Por qué no te sientes listo para llegar a lo físico? —No abro los ojos, pero siento que se tensa por mi pregunta—. Me refiero al sexo.

—Lo sé —Se clara la garganta pero no dice nada en varios minutos.

La cague de nuevo, soy tan idiota, soy un desastre...

—Ya sabes que yo nunca... —Se aclara la garganta—. Nunca he tenido relaciones ni situaciones cercanas a eso, no sé cómo... Quiero sentir que no sería un desastre en ello.

—Todos somos un desastre la primera vez, no hay razón para avergonzarse.

—Bueno, pero quizás yo no quiero que sea un desastre, quizás yo quiero que sea... —Cuando abro mis ojos lo encuentro con una mueca en los labios, pero las mejillas sonrojadas como siempre—. Quiero que sea bueno para ambas partes.

—¿La falta de experiencia te hace suponer que no lo sería? —Alargo mi mano y acaricio su mejilla con suavidad. Él abre los ojos con pesar—. Comprendo lo que dices, y lo respeto. Pero los errores son humanos, y el sexo no debe ser perfecto... Debe ser lindo, divertido y placentero.

—Lo sé...

—Bien —Vuelvo a cerrar los ojos—. Buenas noches.

Deja un beso en mi frente y se acomoda en su lado, y yo de verdad intento dormir.

La presión en mi pecho es solo un pequeño pinchazo, el silencio es adecuado, la cama está tibia, y estoy junto al chico que quiero. Y sí, eso de quererlo es complicado en más de un sentido para mí, pero no niego hacerlo.

—Solo para estar seguro —Abre la boca luego de un rato—. No estabas proponiendo nada, ¿cierto?

El corazón me da un salto en el pecho.

—Nop.

—Ok.

Silencio de nuevo, y esta vez hablo yo:

—Pero si quieres...

—Si quiero.

Abro mis ojos y me encuentro con sus mejillas sonrojadas y con sus ojos esmeralda ardiendo a través de los lentes.

Joder, solo mirarlo me roba el aliento.

En un movimiento seguro de su parte, se acerca a mi y me besa con fiereza, de la misma forma que lo hizo esa vez en el bosque: sosteniéndome del cuello con suavidad y comiéndome los labios como si fuesen la maldita fruta prohibida.

Un jadeo se escapa de mi cuando nos gira y recarga un poco de su peso sobre mí, sosteniéndose con una mano en el colchón.

Tiro de sus rizos, muerdo sus labios. Somos jadeos, caricias y besos.

Mi cuerpo pronto comienza a calentarse, y mi entrepierna se siente demasiado necesitada. Con un poco de desesperación, alzo mi cadera hasta que choca con la suya buscando un poco de fricción.

Seré muy sincera, hice mis investigaciones. Sabía que Nain podría no haber realizado su operación aun, u haber optado por no hacerla, y eso no me incomodaba en lo absoluto. Sin embargo, me sorprendí al encontrarme con su erección al frotarme.

—Si sigues haciendo eso, me volverás loco —Murmura contra mis labios para luego atacar mi cuello. Con sorpresa descubro que prestó atención las otras veces que hemos hecho esto y que sabe exactamente cómo me gusta que me toquen.

Juego con el borde de su camisa de dormir y meto mis manos en su pecho, buscando un contacto de cualquier tipo, pero a falta del suficiente comencé a desabrocharla. Termina de sacársela solo luego de unos segundos, quedándose solo en los pantalones deportivos que usa para dormir.

—Quiero sacarte la ropa —Declara contra mi oído, mordisqueando mi lóbulo—. ¿Puedo?

Sí, sí, por favor y mil veces sí.

Pero no digo nada, solo levanto mi camiseta y, con su ayuda, me la quito completamente.

Voy a ir por el pantalón, pero me detiene sosteniendo mi mano con suavidad antes de comenzar a dejar suaves besos por mi torso, haciendo un recorrido por mis pechos, mordisqueando mis pezones, lamiendo la piel alrededor de mi ombligo...

A cada momento, más y más jadeos abandonan mis labios, su nombre y otras palabras que no entiendo, y aun ni siquiera me toca donde deseo.

Cuando llega a mi pantalón, desabrocha el botón con reverencia y desliza lentamente las prendas, incluyendo mi ropa interior, hasta que quedo desnuda bajo su vista.

De repente, me siento como una reina bajo la mirada que me está dando.

—Abre las piernas para mí, solcito —Pide con voz ronca y me entrega sus anteojos—. Sostén estos, por favor.

Cuando se inclina y realiza el primer contacto con sus labios, un pequeño grito se escapa de mí junto con su nombre. 


***

Bueno, estas son las actualizaciones por hoy. Mañana sigo con el maratón... Besososos. 

Un Café al AtardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora