Epílogo

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DOS AÑOS DESPUÉS

Volvía a estar en el mismo lugar tras años lejos, observando por una ventana en dirección al lago, mirando el cielo tomar tonalidades naranjas, bebiendo un café negro, porque nunca desarrolló el gusto por algo que no fuese eso.

Fiorella había hecho cosas con él. Lo había obligado a madurar, a pasar tiempo solo con su mente. Se había visto forzado a estar solo y, al mismo tiempo, a buscar formas de no estarlo.

Conoció mujeres, conoció hombres, conoció colegas, conocidos, y personas a las que podría llamar amigos, y su mente siempre regresaba a Osavia.

Al pequeño café junto al lago, a sus atardeceres y a la mujer más hermosa que alguna vez había conocido, pero también la más rota.

No era una persona distinta y, sin embargo, no se sentía él mismo. Ya no era igual.

—¿Te sirvo algo? —Una suave voz preguntó cerca de él, y Nain tuvo que girarse para responder.

Girarse para encontrar dos hermosos y tormentosos ojos grises.

—Bianca —Dice su nombre en un suspiro—. No esperaba verte aquí.

Era una verdad a medias, claramente. Porque aunque sabía que ella estudiaba, esperaba verla aunque fuese una vez.

—Acabo de llegar de la universidad —Sonríe, su sonrisa pura y lumínica—. ¿Puedo sentarme?

Asiente, sintiéndose cohibido ante su presencia. No se había esperado este encuentro y, sin embargo, ahí estaban. Ella sonriéndole como si lo que vivieron hace dos años no hubiese sido doloroso, y él sintiendo su corazón golpear contra su pecho desbocado.

—Te ves bien —Comenta, observándolo—. Tan guapo como siempre. Quizás un poco pálido, pero...

Finalmente, algo reacciona en su cerebro y él sonríe en su dirección, abiertamente. Feliz.

—No hay muchos días soleados en Fiorella —Se justifica—. Extrañaba el sol de Osavia —Luego agrega—: Te ves bien, Bianca. Muy bien, si soy sincero. Y feliz. ¿Qué tal la universidad?

Sacude una mano, divertida.

—Pan comido desde que descubrí que dormir es para los débiles —Bromea, pero parece descansada y llena de energía—. Es maravillosa, todo lo que soñé. Termino el próximo semestre.

—Eso es... Es increíble, Bianca.

—Lo sé —Sonríe—. ¿Qué hay de ti? ¿Qué tal la beca?

—Finalicé la investigación hace un dos meses, la publiqué y he recibido propuestas de charlas, seminarios y puestos en profesorados desde entonces... —Bianca abre la boca para felicitarlo, pero él sigue—: Y hace una semana volví a Osavia, retomaré mi trabajo en la Universidad.

—Wow, simplemente... Wow —Ella toma su mano y le da un ligero apretón antes de alejarla—. Felicidades Nain, eso es asombroso... ¿Pero por qué volver?

Porque... Porque... Por miles de cosas. Porque su familia estaba cerca, porque sus amigos estaban aquí, porque amaba enseñar en la universidad, porque los seminarios y charlas no congeniaban con su personalidad tímida, incluso si significaba impulsar su carrera, no era lo suyo.

Por miles de cosas, pero la principal era... Era que estaba ahí por una segunda oportunidad, para ambos, si ella aun lo deseaba.

—La vida que quiero, y las personas que amo, están en Osavia —Es su respuesta.

Ella asiente y se queda en silencio, antes de levantarse y mirar hacia la cocina.

—Creo que debo ir a ayudar a Aline, está embarazada y bueno... Es un poco caótica —La mirada que le dirige es cálida, dulce, llena de palabras que no le ha dicho—. Fue bueno verte.

Háblale, dile algo, lo que sea, se dijo ella.

Es el momento, se dijo él.

—¿Bianca —Le llamo. Ella se giró, con una sonrisa que aún no desaparecía de su cara—. ¿Alguna vez te dije cómo se pierde un atardecer?

Por unos segundos ella se queda paralizada, sin expresión en su rostro, la sonrisa de antes en el olvido... Y él teme haber llegado tarde, haber dicho las cosas mal. Teme haber leído mal la situación y que ese no sea su momento, que quizás nunca lo tendrán.

Pero pronto una pequeña sonrisa aparece en sus labios y él sabe que estarán bien.

Finalmente, estarán bien.

—Nunca.

—¿Te molestaría si te lo digo mañana?

Tras una respiración, ella lo mira, consciente de cada rasgo, de cada detalle en su rostro, una vez tan conocido y ahora... No conocido del todo.

—Eso me encantaría.

FIN


Recomiendo leer la nota a continuación... 

Un Café al AtardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora