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La semana pasó de forma inesperadamente rápida para Souya. Atendía el local por las tardes junto a Nahoya y después de tener ya toda una charla con su hermano era que al fin le dejaban salir a lugares más lejos, por lo que continuaba siendo el responsable de abastecer el restaurante-bar.

Se encontraba en sus deberes el viernes casi a la media noche. Se dedicaba a limpiar las barras mientras se encontraba pensativo con lo que sabía que quizá sería de las mayores locuras que ocurrian en esa noche; y aquello lo agobiaba bastante ya que no disfrutaba de mentirle a su gemelo.

En esa ocasión lograron terminar temprano, por lo que salieron Souya y su hermano juntos tranquilamente pasando por las calles hacia su casa. La reputación que se hicieron ambos hermanos aún les precedía entre las pandillas del lugar, por lo que muy difícil era que alguien se metiera con ambos aún por más tarde que fuera.

— ¿Qué quieres cenar hoy Angry? Tu hermano preparará lo que quieras. — Mencionó Nahoya. Si era honesto Souya no tenía ni apetito de cenar, pero sin decir más mencionó. — Quizá puedas hacer onigiri, hace mucho no los haces. —

Nahoya recibió su pedido asintiendo con la cabeza. Llegando al departamento fue que ambos hermanos entraron enseguida que Nahoya se puso manos a la obra con el pedido mientras Souya se limitó a esperar sentado en el sofá, pasando lentamente los canales televisivos para averiguar que es lo que le gustaría ver.

Para ser la hora aún continuaban las noticias, y para su mala suerte estas trataban sobre pandillas y eventos desafortunados causadas por las mismas. No pudo evitar recordar sus viejos tiempos en la Tokyo Manji y un suspiro le arrebató aquello. Sin ánimos fue que mejor apagó el televisor, acercándose hacia el comedor y sentándose ahí mismo, mirando lo que hacía el mayor de los Kawata.

Pasó un rato y un plato de onigiri le fue puesto al frente suyo. El peliazul tomó uno comiéndolo de forma tranquila; aquello le había recuperado el ánimo y terminó por comerse tres piezas de ellos. Después se encaminó a ducharse, tomándose todo su tiempo y relajándose con el agua tibia que le caía en el cuerpo. Terminó con ello saliendo hacia su habitación, avisando primero a su gemelo que iría a dormir ya y deseándole buena noche.

Souya se encerró en el cuarto. Miró el reloj que colgaba de su pared el cuál marcaba la una y media de la mañana. Si hacía memoria, Rindō había llegado la vez anterior a eso de las tres de la mañana; una hora completamente absurda para verle pero esperaba con el nuevo trato ya no tener que verlo nunca más a esas horas.

En lugar de colocarse la pijama, el chico terminó vistiéndose con un pantalón ajustado, una playera blanca lisa y una chaqueta negra. Bien hubiera preferido la pijama pero sin lugar a dudas aquello le sería más que vergonzoso después del comentario que le había hecho el Haitani. Con ello, apagó la luz de su habitación, encendiendo solamente la pequeña lámpara de noche que tenía a un costado de su cama y, sin más, esperó sentado a la orilla de su cama.

Estaba pendiente de la hora en todo momento, pero entre más veía el reloj podía jurar que más lento pasaba el tiempo. Marcando al fin cuarto para las tres fue que Souya decidió salir de su habitación, no sin antes asomarse de forma sigilosa a que Nahoya estuviese dormido y así era; no había ni sonido de Nahoya. 

Salió, cerrando la puerta de su habitación de forma silenciosa y caminando hacia afuera del departamento. Había decidido salir minutos antes de la hora acordada ya que no quería arriesgarse a que el Haitani golpeara la ventana y en una de aquellas su hermano despertara.

Bajó lentamente las escaleras hasta llegar nuevamente a la entrada del complejo, donde salió tranquilo. Ya que frente al mismo había una serie de jardineras se dió lujo de tomar asiento en una de las mismas, mientras manos colocaba dentro de la chaqueta que portaba y no haciendo más que esperar en total silencio. Dieron las tres en punto y, como si fuera magia, el auto de los Haitani apareció al frente suyo.

La ventana trasera del automóvil bajó, dando vista a Rindō quien mantenía mirada serena sobre el Kawata. Souya miró con inseguridad, pero se acercó apenas y un par de pasos para poder hablarle.

─ Oye Rindō, quiero hacer un trato contigo. ─ Mencionó Souya, mientras el entrecejo lucía fruncido, y el rostro no mostraba más que seriedad y el típico gesto de enojo en él.

─ ¿Un trato? Pero ya tenemos un trato, Kawata. ─ Fue la respuesta del Haitani, el cuál bajó del automóvil luciendo aquél típico traje caro que usualmente vestía.

─ Sube, y me cuentas entonces del trato. ─ Mencionó tranquilamente el pelivioleta, dando un ademán con la cabeza indicándole que primero él.

Souya negó a ello, mientras mirada amenazante había colocado. ─ Ni lo sueñes. ─

Haitani levantó una ceja, parecía que le había colmado la paciencia. Con ello fue que arma sacó del costado de su saco apuntando a Souya. ─ Que subas maldita sea. ─ Fueron las palabras de Rindō, mientras el ceño frunció y mirada no apartó del menor de los Kawata.

Maybe, is love. ❪ RinGry ❫ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora