El Tercer Gran Maestro

124 13 4
                                    

La secta Long contaba con un total de seis diferentes técnicas. Los Seis Grandes Maestros eran los más veteranos en una de esas, obteniendo así un gran respeto y reconocimiento en todo el reino.

Lu Qifeng se especializó en las Técnicas Secretas de Sombras. Era lo más difícil de aprender, pues requería una suma concentración y controlar más que sobresaliente el poder espiritual recorriendo los meridianos en todo el cuerpo, logrando ser muy útil si te tocaban misiones relacionadas al espionaje.

Por desgracia, esto también ocasionaba los usuarios que se dedicaran a las Técnicas Secretas de Sombras se supone fueran los menos entrenados en artes marciales. Aún así, Huli sabía Lu Qifeng era capaz de derrotar limpiamente a expertos en lucha sin sudar gracias a su astucia y experiencia. Después de todo, Lu Qifeng seguía siendo uno de los Seis Grandes Maestros, y no tenía muchos que se compararan aparte de los otros cinco restantes.

Huli dejó la habitación del Arte Menor, y adoptó su forma original en un tamaño más pequeño, viéndose a los ojos de terceros como cualquier zorro con pelaje rojo, de no ser por las cuatro colas.

Olfateando el aire, caminó entre las siluetas azules de discípulos agotados trás largos entrenamientos, quienes arrastraban los pies sin ni siquiera fijarse qué pisaban. Estando acostumbrado, Huli se movió ágilmente, esquivando cualquier posible patada.

—Huli, recuerda decirle al Sexto Gran Maestro a quién le apostaras– Susurró otro discípulo, bajando la vista al notar la presencia del yao pasando como un veloz viento invisible.

Huli no se detuvo, sin tener tiempo pensar en las clandestinas apuestas hechas por el Gran Maestro Qin. Su mente sólo pensaba en una cosa, y era en esa gran prueba para elegir al Gran Maestro Sucesor.

Sólo llegando a la escalinata de mármol con forma de caracol al frente del que buscaba, se dió tiempo respirar, y volver a usar la piel humana. Olfateó profundamente, buscando la ubicación exacta del Tercer Gran Maestro Lu en su residencia. La falta de cualquier aroma le hizo saber no estaba por ahí. Volvió a su forma pequeña de zorro, y esta vez volvió a salir de la secta, rastreando al susodicho con dificultades. La capital estaba llena de personas esperando el tan ansiado día, haciendo difícil cumplir su tarea de encontrarlo.

Movió sus orejas, concentrándose a ver si lograba escuchar algo que le ayudara.

Cientos de voces y sonidos distintos, incluso los emitidos por caballos. Buscó uno a uno algún ruido que le indicara donde podría estar el Gran Maestro Lu, cuya presencia siempre era discreta y difícil encontrar por cuenta propia. Pero simplemente no podía esperar a que regresara.

—Ven aquí, bebe conmigo.

—No puedo, es mi turno...

Reconociendo la primera voz, Huli se concentró en las dos personas que sospechaba estarían en una escena desagradable, por completo. Mientras tanto, también siguió caminando, buscando encontrar el lugar en caso necesitara ayudar a la doncella que se oía en aprietos.

—Aiya, sólo ven aquí, te pagaré bien si te relajas y disfrutas conmigo– Sus palabras iban acompañadas con el sonido de pasos, y túnicas rozando juguetonamente con otra.

Juntando ambas cejas, Huli levantó su barbilla, distinguiendo la infraestructura de una casa de té, y se apresuró a entrar.

El “pap" emitido por una cachetada no sólo le hizo voltear a él, sino al resto de personas en las mesas y empleados, quienes aparentemente no prestaban atención al acoso.

En donde todos clavaron sus ojos, se hqllaba una mujer muy joven, quizás apenas de veinte años, apretando una pipa, y gritó a un hombre con barba:—¡Eres un cerdo!

El Mestizo Y El ZorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora