Las Palabras Casuales

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Mingyi olvidaba rápidamente las ofensas, entonces sin ninguna aspereza asintió a la solicitud de Huli pese a éste haber huido, igual a quien escapa de alguien con lepra, tan pronto tuvieron contacto antes. Miró a Waxi, y tembló sintiendo el aire bajaba de temperatura por los nervios del mestizo.

—¡Vamos!– Exclamó, y tiró del brazo helado de Waxi.

Al instante, lo soltó sin detenerse, incapaz tolerar su frialdad. Era normal a veces el cuerpo del mestizo descendiera anormalmente de temperatura siendo que su lado yao venía de las tribus del norte, conocidas por vivir y controlar entornos de hielo y frío. Esto era algo que Waxi no sabía manejar en momentos donde sus emociones se salían de control, y la razón algunos temieran hablarle.

Acro seguido, los tres saltaron la pared dividiendo la residencia de los discípulos masculinos y femeninas bajo la tutela de Lu Qifeng. Subieron las escaleras de piedra, hasta que estuvieron frente a las puertas dobles.

Mingyi estiró su brazo rápidamente, pero antes de tocarlas, Qiu Waxi se adelantó dando un puntapié a las estorbosas puertas derribandolas al instante.

En otro contexto, Huli hubiera reído de la clara impaciencia, pero sabe sólo recibirá un mueca llena de odio, entonces mantiene sus labios bien juntos mientras sigue a los otros dos, consciente posiblemente el padecimiento de Yan Liyue el mismo día que habló afuera con el Tercer Gran Maestro Lu no era coincidencia.

La conversación en la casa de té estaba bien presente en su mente, preocupado alguien se halla dado cuenta del plan y una inocente fuera la advertencia. Hasta un yao como él, cuyas emociones estaban limitadas, podía sentir con fuerza.

Atravesaron agitados algunos pasillos de esa solitaria residencia, deteniéndose sólo al divisar el grupo unas puertas abiertas de par en par, donde lograron ver a Lu Qifeng dibujando una matriz en el suelo, alrededor de un cuerpo desnudo.

—¡Shizun!– Exclama Mingyi, corriendo a esa habitación seguido de los otros dos– ¡¿Cómo está A-Yue?!

La escena era muy inquietante.

Lu Qifeng se hallaba de espaldas a una chica con la espalda expuesta, y en su piel descubierta se observaban marcas oscuras moradas, casi negras. Su energía espiritual era inestable, indicando estaba siendo víctima de una desviación de qi que por un corto margen casi hace explotar su red espiritual.

La sangre empieza a acumularse en la cabeza de Waxi, entendiendo con esa intensidad también la vida de su compañera corría peligro.

Sus manos empiezaron a moverse inquietas por toda su ropa, buscando el abanico que su padre le dió, ansioso. No lo encuentró, y el frío empiezó a congelar sus túnicas. El sofocante recuerdo del cadáver de su padre en una matriz, pálido y a medio descomponerse, le perturba hasta el punto de sentir todo su estómago se revolvía.

Retrocedió un paso, chocando contra el pecho pecho de alguien alto.

Acto seguido, una cálida mano toma una las suyas. Y sus ojos azules son cubiertos, impidiéndole ver el cuerpo casi inerte de su compañera.

—¿Qué...?

—Pronto estará bien– Susurró ronco Huli justo en su oído, causando un estremecimiento en Waxi.

El mestizo entrelaza sus dedos con la del yao apretando la suya, evitando suspirar. Su corazón latía a toda prisa por el pánico, y de soltar una respiración irregular en ese estado, podría por accidente congelar la habitación.

Así que sin pensarlo, quiso creer en las palabras de su amigo y mantener todo el raciocinio posible.

—Empeora– Respondió seco Lu Qifeng, sin quitar su vista de la chica mientras continúa intentando controlar el qi irregular– Necesito hielo, y alguien que me ayude a estabilizar su flujo.

El Mestizo Y El ZorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora