EL ENCUENTRO

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Ya ha pasado un mes desde que me delegaron a esta pequeña ciudad.

Como dije, pequeña con unos habitantes amables. Varios de ellos vienen a misa.

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La gente empezaba a llegar pero yo me encontraba en la pequeña habitación del costado preparándome por lo que no vi a nadie.

Era la primera misa de la mañana, no solía venir mucha gente. Pero ese no era el punto.

En fin, una vez listo, las alabanzas sonando por medio de los parlantes, salí listo para comenzar mi día, salude a nuestro Padre y guie mis pasos hacia la parte trasera del altar mientras mis labios cantaban en un tono bajo a Dios.

Fue en ese momento, en el que levante la vista con una sonrisa para ver a todos, cuando la vi.
En principio era una cara nueva, y por eso llamó mi atención un poco más de la cuenta. Tenía buena memoria y estaba seguro de que no la habia visto antes en ninguna misa, pero ahí estaba con una coleta alta, su cara limpia, unos jeans y una camiseta, sentada en unas de las bancas del medio de todo el salón.

No le di mucha importancia en ese momento, comencé la misa, di mi sermón, rezamos juntos y llego el momento de la eucaristía. Como era poca gente yo era el único encargado de repartir el cuerpo de Cristo. Y fue ahí donde pude corroborar que tenía razón, no la habia visto antes.

Ella hizo la fila junto con todos aquellos que podían tomar de la eucaristía se acercaba con sus manos preparadas, en la posición perfecta para tomar la eucaristía en su mano pero yo solía darla así que en cuanto la tuve enfrente ....

— El cuerpo de Cristo.

— Amén— me respondió ella mostrando asi entonces, lo melodiosa que era su voz.

Yo tenía cierta... intuición, siempre encontraba algo que resaltar en cada persona así como podia distinguir entre los buenos de corazón y los que no lo eran tanto. Y al verla tan cerca podía decir sin duda que era buena, sus ojos lo reflejaban.

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Finalizada la misa, escuchando los avisos parroquiales me dispuse a saludar un momento a todos aquellos que ya conocía. En su mayoría señoras muy alegres y presentes en esta iglesia.

Muchos se acercaron pero ella no, me veía a lo lejos, me estudiaba tal vez como yo lo había hecho con ella.
Y fue por eso que fue inevitable para mí no voltear a verla cuando cruce por la banca en la que se encontraba, no la vi salir. Al igual que los demás espero hasta que yo ya no estuviera en el salon para salir de la parroquia. 

Como dije, pensé que el interés era porque nunca antes la había visto desde mi llegada. Pensé que así era asi que pase el resto de mi día con las siguientes misas y ordenando mi pequeña y cómoda casa, ya que aun no había terminado de sacar todas mis cosas.

Me dedique a rezar, a estudiar y pensar brevemente en el sermón que daría después.
Y por la noche di gracias por la deliciosa comida, recé nuevamente y me dispuse a dormir para empezar mañana otro maravilloso día.

Y ahí comenzó el problema, no podía dormirme. Di vueltas y más vueltas en la cama hasta que su imagen llegó a mi cabeza, era un recuerdo latente así que pensé en probar con recordar toda esa misa y tal vez la siguiente pero en cuanto más me esforzaba en correr su recuerdo más presente lo tenía. Y me di cuenta que recordaba todo, recordaba que su jean era acampanado de un tono celeste, recordaba que su camiseta era azul noche, recordaba el tono de su piel, de sus ojos y de su cabello.

Le había prestado más atención de la que incluso yo mismo me había dado cuenta. La había grabado, la había escaneado y había pegado su imagen en mi mente.

Y me preocupé, recé y le pedí a Dios que no me pusiera esta prueba. Le pedí que reforzará mi fe y le prometí que yo me esforzaria más en el mismo objetivo.

Pude dormir esa anoche, conseguí un poco de paz pero lo que yo no sabía es que todo estaba muy lejos de terminar. Acababa de comenzar y la forma en la que resultarían las cosas no serian como yo las esperaba.

Por unos cuantos días, tal vez una semana conseguí la paz, cumplí, recé más, estudie más, me dedique por completo a Dios y solo a él.
Y creí que todo había pasado ya que ella tampoco había vuelto, no es como si me impresionará, a mucha gente le pasa que no es aficionada a venir todos los días a misa. O puede que estuviera ocupada pero en aquel momento no la habia pensado.

Creía que así era hasta que un día me hice un profundo corte en el brazo con un vaso de vidrio. En realidad fue un descuido de parte de una de las amables señoras que me ayudaba en la iglesia, ella se sentía tan culpable pero le pedí que no lo hiciera. Había sido un accidente pero ella decía que el corte era tan profundo que tendríamos que ir al hospital a curarlo.

Acepte, porque quería dejarla tranquila a ella y además porque veía demasiada sangre así que ella me llevó en su propio auto hasta allí.

Y como dije, esto acababa de comenzar.

𝐃 𝐔 𝐀 𝐋 𝐈 𝐃 𝐀 𝐃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora