TENTACION

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Al llegar al hospital la amable señora Susana me guió hasta la guardia donde nos dijeron que enseguida nos atenderian y tuvieron que pasar unos breves segundos antes de que volviera a escuchar su voz.

— Buenas tardes. ¿En que los ayudo?— no tuve ni siquiera que darme vuelta para reconocerla pero cuando lo hice también vi la sorpresa en sus ojos, y el detalle estaba en la preocupación que también había en ella.

— ¿Padre?— dijo ella mientras se acercaba a mi invadiendo mi espacio personal. Y parecera raro pero en ese momento, en un hospital donde todo tiene ese raro olor, yo pude sentir su perfume con tanta claridad que me abrumo.  También vi que asintió de forma leve hacia Susana que le contaba rápidamente lo que había pasado ya que yo no había pronunciado palabra.

— Es un corte bastante grande, voy a tener que darle varios puntos padre— dijo ella mirándome a los ojos, haciendo que mi única reacción sea asentir.

— Aurora, necesitas ayuda— pregunto un joven enfermero al que ella le sonrio calidamente antes de contestar.
Notando así que sabia dos cosas más sobre ella, sabia su nombre y sabia que su sonrisa era hermosa, y esta era la primera vez que la veía.

— No, estoy bien Raul. Gracias— le contesto ella antes de volver a centrarse en mi.

En silencio nos guió hacia una de las camillas del lugar cerrando la cortina para dividir nuestro espacio de lo que había allá afuera.

Yo no hablaba y ella no lo hacía, se tomó el tiempo de preparar todo lo que necesitaba antes de sentarse enfrente de mi con una pequeña sonrisa y empezar a cerrar mi herida.

— Espero que esto no le moleste tanto para estirar los brazos— comento ella mientras seguía concentrada en su trabajo y yo no perdía tiempo de observarla a detalle. La tenia demasiado cerca, su olor, su cabello atado, incluso me sorprendí al notar que miraba con detenimiento sus pestañas. Estaba mal, estaba muy mal y por eso mismo cerré mis ojos por un buen rato.

— Me gusto su sermón del otro día, yo... por lo general soy de mucho rezar pero, de poco ir a misa— me confeso haciendo que vuelva a abrir los ojos para encontrarla mirándome.

— Puedo preguntar por qué — le contesté sacandole una sonrisa.

— La ciudad es pequeña y solo hay un sacerdote, digamos que el anterior no me transmitía lo mismo que usted— me contestó encogiendose de hombros.

— Así que, es médica. Estoy hace poco aquí y conozco solo a los que van a misa. Su cara era nueva— le comenté mientras la veia asentir.

— Si, como dije no soy muy afín a la misa y el trabajo también me mantiene ocupada— me contestó.

— Bueno espero que le encuentres el gusto, de verdad es solo una hora que te puede traer paz en las otras 23 horas— le dije y la vi sonreír otra vez.

— Puede que vaya, soy Aurora por cierto padre— me dijo ella tendiendo su mano hacia mi, haciéndome notar que ya no tenía los guantes puestos y que ya mi herida no estaba siendo atendida por ella por lo que me puse de pie, dejando ver nuevamente nuestra diferencia de altura.

— Soy Nicolas— me presente tomando su mano en la mía, notando el calor de la suya, notando su suavidad haciéndome estremecer.

— Padre Nicolas, fue un placer— me dijo ella antes de abrir la cortina y encontrarnos con Susana caminando apresuradamente hacia nosotros.

— Ya esta Aurora— pregunto ella haciendo que mi ceño se frunza sin entender, yo creía que no se conocían.

— Ya esta señora Susana, no se preocupe— le contesto ella haciendo sonreir a mi acompañante.

— Que bueno Aurora, no sabes el susto que me pegue en cuanto vi tanta sangre. Y todo por mi culpa— dijo afligida Susana mientras la doctora negaba.

— No creo que eso sea cierto señora Susana, no diga esas cosas. Además usted lo trajo hacia aquí no, y mirelo ya está perfecto. Así que, ahora si me disculpan— dijo ella para después alejarse y perderse de mi campo de visión.

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— Que bueno que este bien padre— me dijo Susuna mientras volvíamos a me llevaba hacia mi casa.

— Esta todo bien Susana, no te preocupes. Muchas gracias por llevarme al hospital— le contesté con una sonrisa de boca cerrada para que se quedara tranquila.

— También fue bueno ver a Aurora— comentó ella dando pie a que le preguntara por la doctora todo lo que quisiera. Y tenía interés en saber.

— Ella estuvo en la misa del domingo, no la habia visto antes— comente yo esperando que me contará más.

— Si, la vi. Aurora no es de ir mucho a misa, además siempre tiene mucho trabajo la pobre— comento mi acompañante mientras yo la oía con mucha atención.

— ¿Usted la conoce hace mucho?— pregunte sin pensar en lo entrometido que me oía pero aun asi Susana me contesto como si nada.

— Claro, desde que era pequeña.

Decidí que debía dejar de lado mis preguntas, y el problema era que tenía demasiadas. Yo mismo notaba todo lo interesado que estaba, ahora quería saber de su infancia, de sus padres. Pero la incógnita más grande que tenía era si la volvería a ver, y si lo hacia ¿que tan malo sería? Por qué tenía esta necesidad de verla, de saber de ella.

Por la noche volví a rezar, volví a pedirle a nuestro Padre que no me deje caer en la tentación, que me de la fortaleza para soportarla.

𝐃 𝐔 𝐀 𝐋 𝐈 𝐃 𝐀 𝐃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora