Habíamos terminado en el sofa, Aurora se encontraba apoyada en mi pecho y yo la sostenía con fuerza para sentir que no se iría.
Y aun asi... ambos estábamos perdidos en la culpa, no podía dejar de pensar en que había cometido el peor pecado, me habia dejado llevar por el deseo carnal. Había roto mis votos, había tirado por la borda todos mis años de amor, devoción y estudio hacia Dios y la Iglesia.
— Me tengo que ir— la escuche decir antes de sentir como apoyaba su mano en mi pecho para poder levantarse. Ni siquiera me miraba a los ojos mientras cerraba su vestido y buscaba sus tacones.
— Aurora— la llame tomando su brazo para que no se pusiera de pie pero aun asi no me miraba. —Aurora— repetí llevando mi mano a su barbilla encontrandola con lágrimas en los ojos antes de que apartara mi mano.
— Mañana tengo que ir a trabajar, me tengo que ir— dijo ella poniendose de pie.
— Es de madrugada, no te puedes ir ahora— le dije siguiendola hasta la mesa.
— No puedo quedarme aquí Nicolas— me respondió ella girandose a verme. —No puedo.
— No va a pasar nada más, Aurora no puedo dejar que salgas en la madrugada— le dije pero ella sonrió.
— Es lo mismo que yo me dije antes de venir, dije que no iba a pasar nada. Que íbamos a hablar y a terminar lo que sea que nos esté pasando pero miranos— dijo ella mientras yo asentia. Claro que la entendía, yo había prometido lo mismo anteriormente.
— Aurora perdoname— le dije pero ella nego.
— La que tiene que pedir disculpas soy yo, yo soy la mujer libre aquí y no debería de haberme metido en lo que sea que estamos haciendo ahora— me dijo seria para después empezar a buscar su bolso.
— No quiero que te vayas, tenemos que hablar— le repetí.
— ¿De que vamos a hablar Nicolas?— me pregunto. — Vine a hablar y terminamos haciendo el amor sobre tu mesa, me metí con un hombre prohibido. Lo mejor que podemos hacer ahora es alejarnos y ya— me dijo pero aunque la culpa nos comia a ambos yo no quería que se alejara, no podía imaginarme no verla más. No quería que me evitará.
— ¿Crees que no lo se? Aurora yo lo sé mejor que nadie que lo que hacemos es lo peor que me puede pasar, acabo de romper mis votos, acabo de tirar a la basura todos mis años dedicados a la Iglesia pero... te amo y tampoco puedo controlar eso— le dije viendo como intentaba retener sus lágrimas. —No puedes decirme ahora que vas a alejarte— le dije pero ella empezó a negar otra vez.
— Tampoco puedes pedirme que me quede, no puedes pedirme que te vea en la misa, no puedes hacer eso conmigo Nicolas— me dijo logrando poner un nudo en mi garganta.
Tenía razón, no podía obligarla a verme, a vernos sabiendo que no podíamos hablarnos, que no podíamos estar cerca el uno del otro porque sucumbiriamos a los deseos más profundos que sentíamos ambos.
Y fue por eso que después de sus últimas palabras ambos nos dedicamos solo a mirarnos, podía sentir lo culpable que se sentía por haberse entregado a mi. Y yo sabía lo culpable que me sentía pero tampoco podía evitar sentir esa satisfacción, ese anhelo de saber que nos habíamos entregado por completo solo hace unas horas.
— Es mejor que me vaya— me dijo unos minutos después, dedicándome una tierna mirada antes de dirigirse a la puerta y salir sin más.
Sabía que no podía convencerla de quedarse aquí, y entendía su miedo a quedarse y que nos perdiéramos otra vez. Fue por eso que cuando se fue no hice más que ir hacia mi habitación, intentar dormir era mi mejor opción.
Pero en cuanto mi cabeza toco la almohada lo único que podía hacer era repetir cada escena de esta noche, recordar a Aurora y sus gemidos, sus suspiros, sus besos y sus caricias. Lo recordé hasta que otra vez volvía a la realidad y la culpa me invadía y fue casi al amanecer donde me arrodille a rezar pidiendo perdón, no era algo que pudiera confesar porque no había sido un desliz, yo amaba a esa mujer. Mi corazón estaba dividido.
Entendí a Aurora recién en ese momento, yo era prohibido para ella tanto como ella era prohibida para mi y aun asi habíamos estado juntos, la culpa se instalo en mi pecho hasta el punto de dolerme.
Las lágrimas se formaban y caían sin parar por mi rostro, me derrumbe ante el conocimiento de mi falta. Me había fallado a mi mismo y como en un principio lo había pensado, no había pasado la prueba que Dios me había impuesto. No había podido retenerme, mi deseo le había ganado a mi fe.
Y aunque me sentía culpable, no podía negar que lo que sentía no era solo deseo, Aurora me había enamorado. Todo lo que conocí de ella me gustaba, y necesitaba sacarme esa idea de la cabeza para poder seguir con mi vida.
También sentí culpa por haber puesto en una situación tan difícil a Aurora, después de todo yo había comenzado con esto. Aún si ella quisiera culparse, la mayor parte de culpa era mía, así que la culpa en mi pecho venía en dos direcciones y me dolia tanto que no me dejó dormir.
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𝐃 𝐔 𝐀 𝐋 𝐈 𝐃 𝐀 𝐃
Короткий рассказ¿𝙰𝚕𝚐𝚞𝚒𝚎𝚗 𝚜𝚊𝚋𝚎 𝚚𝚞𝚎 𝚝𝚊𝚗𝚝𝚘 𝚍𝚞𝚎𝚕𝚎 𝚜𝚎𝚗𝚝𝚒𝚛 𝚚𝚞𝚎 𝚝𝚛𝚊𝚒𝚌𝚒𝚘𝚗𝚊𝚜 𝚊 𝚕𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚊𝚜 𝚊𝚖𝚊𝚜? ¿𝙰𝚕𝚐𝚞𝚒𝚎𝚗 𝚎𝚗𝚝𝚒𝚎𝚗𝚍𝚎 𝚕𝚘 𝚖𝚞𝚌𝚑𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚞𝚗𝚘 𝚕𝚞𝚌𝚑𝚊 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚛𝚊 𝚜𝚞𝚜 𝚙𝚛𝚘𝚙𝚒𝚘𝚜 𝚍𝚎𝚜𝚎𝚘𝚜...