CURIOSIDAD

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Pasaron dos semanas más antes de volver a verla.

Ella venía, se sentaba en las bancas del fondo o del medio de la parroquia, nunca enfrente. Venía siempre con jeans, vestida informalmente, con su rostro lavado y su cabello suelto.

La vi sentarse tres domingos seguidos, era un récord para ella y en un momento llegué a pensar si ella sentía lo mismo que yo. Si también sentía esta curiosidad en verme, y otra vez me recrimine a mi mismo por pensar ese tipo de cosas.

Y el cuarto domingo, fue cuando me di cuenta el por que venía. Estaba triste, necesitaba ayuda y no lo decía. Lo note y no pude hacerme a un lado, no cuando vi sus ojos llenos de lagrimas en medio de la misa y ella esquivaba mi mirada.
No se como sucedía pero cuando nuestras miradas chocaban siempre uno de nosotros la terminaba apartando.
De lejos parecía que no nos conociéramos, que no tuvieramos ningún tipo de... conexión. Pero ahí estaba, incluso más vínculo que con cualquiera de las señoras que veía cada día en la misa, ambos lo sabíamos y ambos lo evitabamos.

Volví a pedirle a Dios que me liberará de esta prueba pero era yo mismo el que caminaba cada vez más cerca de ella.

Y llego el día, el lunes demasiado temprano como para comenzar a preparar la misa. La vi, sentada en una de las primeras bancas como nunca antes lo había hecho, otra vez traía los ojos llenos de lagrimas, con la mirada perdida en un punto fijo.

—¿Aurora?— la llame haciendo que asi que su mirada me busque de inmediato.

— Padre Nicolas, buenos dias— me saludo ella intentando ocultar sus lagrimas.

— Buenos días. ¿Puedo, sentarme?— le pregunte suavemente a lo que me contestó con un asentimiento de cabeza.

Tenerla tan cerca hizo que su suave olor inundará mis fosas nasales, era la primera vez que la tenía tan cerca y me fue necesario mirarla detenidamente, o al menos eso hice hasta que sus ojos también se fijaron en mi y me sentí... expuesto.

— Es una sorpresa verte aqui— comente y ella me regalo una sonrisa ladeada.

— Si, también lo es para mi pero... necesitaba salir de mi casa y todavía no puedo ir al hospital— me dijo haciéndome asentir.

— Claro, puedes venir siempre que quieras. Siempre serás bien recibida— le dije.

— Gracias. ¿Usted como esta de su cortada?— me pregunto y sonrei antes de levantar un poco la manga de mi camisa para mostrarle mi cicatriz.

— Esta mucho mejor ahora— le contesté y la vi mirar atentamente la cicatriz y me sorprendí cuando levantó su mano dejandola en aire mientras sus ojos buscaban los míos. Asentí y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando su mano hizo contacto de una forma suave con mi cicatriz.

Trate de mantenerme calmado, cerré un momento mis ojos mientras ella miraba atentamente la forma de mi cicatriz y la tocaba sutilmente haciendo que todo mi cuerpo se tense.

— Si, se ve bien— dijo ella unos minutos después sacando su mano y sonriendo levemente antes de volver a mirar hacia el frente. — Bueno, creo que ahora si ya... me voy— dijo ella intentando levantarse pero yo se lo impedi poniendo mi mano encima de la banca de enfrente para que no pasara.

— ¿No quieres contarme que te trajo hasta aquí?— le pregunte.

—Tengo... un paciente, esta grave. Muy grave y, no lo sé solo... quería— dijo sin llegar a completar la frase, me dolió ver como retenía las lágrimas. Podía ver como sufría e incluso podía decir que se culpaba.

— Aurora, puedes venir aquí cada vez que quieras. Y puedes hablar conmigo siempre que quieras, contarme lo que quieras. Y... no tienes que culparte, por nada— le dije viendo como levantaba una de sus cejas antes de volver a sonreír.

— ¿Es tan obvio?— pregunto ella.

— Lo es para mi, pero no tienes que culparte Aurora— le repetí viendola asentir lentamente.

— Gracias, por sentarse conmigo— dijo ella justo unos segundos antes de que su telefono empezará a sonar terminando con todo el pacífico ambiente que se había creado en nuestro entorno.

Ella se disculpo antes de apartarse unos centimentros para atender la llamada, hablo tal vez por solo un minuto donde yo solo la observaba.

— Ya... me tengo que ir padre— me dijo volviendo a concentrar la mirada en mi.

— Claro, espero que todo vaya bien Aurora— le dije y ella me respondió con  una linda sonrisa.

Y ahí sucedió, no se exactamente que pasó. Simplemente ella me miró, o la mire y en algún momento me perdí en su mirada. No se cuanto tiempo pasó hasta que me di cuenta de que mis ojos habían pasado de sus ojos a sus labios, los miraba con ansia, los quería. El aire estaba más caliente y yo no podía despegar mi mirada de ella, hasta podría jurar que nos habíamos acercado más sin siquiera darnos cuenta. Mi respiración empezaba a ser cada vez más agitada, me sentia perdido en ella y ahí supe que es lo que quería, lo supe yo y creo que ella también lo supo.

Y lo más grave fue que ninguno de los dos hizo nada, yo no hice nada. Solamente, en algún momento... salimos del trance y ella se despidio saliendo casi corriendo de la iglesia dejándome solo con mi cabeza hecha un desastre.

Ahora sabía lo que me pasaba, tal vez siempre lo había sabido pero ahora tenía la certeza... la deseaba.

𝐃 𝐔 𝐀 𝐋 𝐈 𝐃 𝐀 𝐃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora