CAPITULO 3: ENCARGOS

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Ramón se dirigió a su bunker para guardar sus provisiones y cargar algunas de sus entregas en su carretilla. También dejó otras listas para entregarlas después de ir con Poppy. Se duchó y se vistió con algo más cómodo y agradable.

Ramón preparó unas bolsas de galletas y un tarro de mermelada que había hecho la noche anterior para compartir con sus "amigos". La mediana era para Poppy, las pequeñas para Milton, la doctora y las gemelas y la grande para los niños. Aunque la mayoría de la villa lo miraba con desconfianza y lo ignoraba o se burlaban de él, también había algunos trolls que lo aceptaban un poco, lo suficiente como para no despreciarlo y hablar con él. Tal vez no tenían una relación tan cercana como para llamarse amigos, pero eso era mejor que estar socialmente aislado por completo

Después de hacer esto, con su carreta en la mano, partió a hacer sus entregas. Luego, se dirigió al capullo de Poppy. Allí, primero se encontró con Milton, a quien le dio diferentes frascos de comida para insectos, ungüentos, vendajes y artículos para estos. Se quedó unos 15 minutos acariciando a las mascotas y hablando un poco con Milton sobre ellas y sobre algunas reparaciones que requería el lugar. Ramón le dio un pequeño paquete de galletas para él y otro de galletas para las mascotas. Este último era una nueva receta, además de ser una prueba gratis. Milton le pagó y le expresó su agradecimiento por los suministros y las galletas. También, le mostró una amable y enorme sonrisa típica de él.

Su siguiente parada fue el hospital y la doctora Luna Rosa. Allí, dejó una gran cantidad de diversas medicinas, ungüentos, vendajes, herramientas y bastantes kits de primeros auxilios con su respectivo manual escrito a mano por él. También anotó las reparaciones pendientes de la instalación y las peticiones de nuevos muebles. Luego se dirigió a hablar con Luna Rosa.

-Hola, doctora Luna Rosa. ¿Se encuentra ocupada? -

-Muchacho, sabes que siempre estoy ocupada, pero por ti puedo hacer un espacio. Te trae por aquí hoy.

-Es el día de mis entregas. Además, quería visitar a mi doctora favorita.

-¡Soy la única doctora que tienes! -exclamó Luna Rosa-. Y te conozco desde antes de que nacieras. Así que no te hagas el listo conmigo jovencito. ¿Qué te pasa? Dime.

-Yo solo quería ver si podíamos adelantar mi cita médica. Quiero saber si... bueno, usted sabe...

-Con qué era eso, claro. Pasa por aquí en tres días a primera hora de la mañana.

-Por cierto, le he traído una bolsa de galletas. Son pocas, pero conociéndola le encantarán. Además, estoy seguro de que no habrá comido nada en la tarde. Sigo sin entender cómo es que cuida tan bien de sus pacientes, pero no es capaz de cuidar de sí misma con la misma pasión.

-Tan considerado como siempre muchacho. Igual que mi querida Rosiepuff -dijo Luna Rosa-. Y con respecto a tu duda, ni yo tengo la respuesta. Son solo cosas que pasan, supongo. Ahora vete que de seguro se te hace tarde y yo debo seguir atendiendo a mis pacientes.

-Está bien, me voy -su expresión se tornó como la de un niño nervioso y dijo-. Hasta luego abuela Luna.

-La mirada de la troll se suavizó y esta mostró una pequeña chispa maternal-. Hasta luego mi pequeño Ramón -esto causó breves instantes un diminuto sonrojo en el troll y este le brindó una tímida sonrisa-. Para finalmente irse.

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Él siguió su camino y tomó un "atajo" que lo llevaba a "la guarida", el escondite de juegos de unos adorables niños. Ellos lo admiraban tanto y de manera tan genuina, que lograron ganarse su afecto, incluso si aún no comprendía la razón de su admiración hacia él.

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