Extra.

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A sus cuarenta años, Felix había aprendido que pocas cosas eran tan relajantes como un sábado por la mañana. No tenía que abandonar su cómodo pijama ni apresurarse para salir a trabajar. Se levantó temprano sólo para hornear un pastel que quería hacer por el cumpleaños de su esposo, pues estaba a tan sólo unos días, y estuvo tranquilo hasta que a los gemelos Bang se les ocurrió hacer enojar a su hermana mayor.

—¡¿Cuántas veces les he dicho que no toquen mis cosas?! —Se escuchó de repente la voz furiosa de Rosé—. ¡Fuera de mi habitación, mocosos!

—Sólo queríamos jugar en tu computadora —intentó defenderse Sung Yeol, el mayor de los gemelos.

—Sí —continuó Dae Yeol—. Papá Felix siempre dice que debes compartir.

—¡Pero no la computadora que uso para la universidad! —Exclamó con cierta frustración antes de salir a buscar al primero de sus padres que pudiera ayudarla.

Entró a la cocina y se encontró con Felix, quien a pesar de estar ocupado, sin duda le podría regalar un par de minutos de su atención. La rubia empezó a contarle qué había sucedido, pero los gemelos entraron poco después con sus uniformes de baloncesto puestos y preguntaron inocentemente si su papá Chris ya estaba listo para llevarlos a su entrenamiento sabatino.

—Chicos, no traten de escapar. ¿Estaban usando la computadora de Rosé? —Preguntó el pecoso, volteando a ver a los apenados castaños de trece años.

—S-sólo un poquito —se animó a responder Dae Yeol.

—Queríamos probar un juego de carreras —confesó después el mayor.

Chris entró a la cocina justo en ese momento, listo para salir, y Rosé no dudó en contarle a él también lo que los gemelos habían hecho. El castaño escuchó a su hija atentamente y miró de manera un tanto seria a los más jóvenes de la familia.

—Sung Yeol y Dae Yeol, quiero que le pidan perdón a su hermana ahora mismo.

—Lo sentimos —dijeron los gemelos al unísono, mirando a Rosé con los mejores ojos de cachorritos abandonados bajo la lluvia que pudieron imitar.

—Hmph —la mayor no estaba del todo convencida.

—Te queremos —le recordó Sung Yeol.

—Bien —suspiró Chris.

—¿Eh? ¿Qué dijiste? ¿Eso es todo? —Preguntó Rosé, apenas pudiendo creer que el mayor de sus padres estuviera dispuesto a permitir que la situación terminara así—. ¿No están castigados o algo por el estilo? ¡No puedo creerlo! —Cerró sus manos, dejándolas como puños.

—Tesoro, entraron a tu habitación y tocaron tu computadora sin pedirte permiso, lo cual estuvo mal —comenzó a explicar el castaño—, pero no pasó nada más grave. No te eliminaron trabajos de la escuela o rompieron tus cosas, ¿o sí?

Rosé frunció el ceño y tuvo que morderse la lengua para no soltar en ese mismo instante todo lo que pensaba.

—P-pero... —Fue lo único que se permitió decir mientras buscaba mantener la calma.

—Hablaré un poco más con ellos en el camino a su entrenamiento de baloncesto, ¿sí, princesa?

Cuando Chris se despidió y se llevó a los gemelos, Rosé soltó un corto grito de desesperación y se sentó de mal humor cerca de donde su otro padre trabajaba en el pastel. Tenía ganas de llorar, pero se negaba a hacerlo.

—Siempre hace esto. Siempre defiende a Sung Yeol y a Dae Yeol sin importar qué hagan, no los castiga ni con algo leve como cuando me tenía que castigar a mí —sentía un nudo en su garganta al hablar—. Los quiere más a ellos porque son sus hijos...

El sonido de una familia [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora