Parte 4: ~ꜱᴜᴄᴇꜱᴏ ᴇɴ ʟᴀ ᴄᴀʀʀᴇᴛᴇʀᴀ~

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El reloj en el tablero del coche de Seo Joon marcaba las 4 de la madrugada cuando recibió la llamada. Apenas había terminado su turno en el hospital y se dirigía de vuelta a su apartamento, agotado, cuando el sonido insistente de su teléfono lo sacó de su trance.

¿Diga? —respondió automáticamente mientras seguía conduciendo por las calles casi desiertas de Seúl.

Al otro lado de la línea, escuchó una voz ronca y errática.

Lo siento, número equivocado... —una risa torpe y descontrolada siguió—. ¡Aquí no vendemos pollo frito!

Frunció el ceño de inmediato. La voz, aunque distorsionada por el estado de embriaguez, le resultaba familiar.

¿Eun-yong? —preguntó, con una mezcla de desconcierto y preocupación. La escuchó soplar el micrófono como si estuviera imitando un fallo de señal, claramente jugando—. ¿Has bebido? ¿Dónde estás?

Lo siento, la señal se va... adiós extraño. —dijo entre risas y, para sorpresa de Seo-joon, colgó la llamada.

Se detuvo en seco al escuchar el tono de la llamada finalizada. Sabía que algo no estaba bien. Conocía a Eun Yong lo suficientemente bien como para saber que esa no era su manera de actuar, y mucho menos a esas horas de la madrugada, cuando debería haber estado volviendo a casa.

No, no puedo dejarlo así.  Pensó, mientras aceleraba. Intentó llamarla varias veces, pero su teléfono estaba apagado o fuera de cobertura. Cada segundo que pasaba sentía más inquietud. 

Debo encontrarla.

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Conducía por las calles de Gangnam, donde el tráfico era inexistente a esas horas, cuando vio algo que lo detuvo en seco. Un embotellamiento inesperado. Las luces intermitentes de una patrulla de policía y una ambulancia iluminaban la escena, mientras un grupo de personas se agolpaba en la acera, observando con curiosidad lo que parecía ser un accidente.

Seo Joon sintió una opresión en el pecho y estacionó rápidamente el coche al costado de la carretera. Algo en su interior le decía que debía acercarse. Bajó del auto y corrió hacia la multitud, empujando suavemente a la gente para abrirse paso.

Cuando llegó al centro de la conmoción, su corazón se detuvo al instante. Ahí, en la acera, yacía Eun-yong, inconsciente y rodeada por paramédicos que intentaban revivirla.

—¡Eun-yong! —exclamó, empujando a un oficial que le impedía el paso.

—Señor, por favor retroceda, —dijo el agente de policía con una mirada firme—. ¿Conoce a esta mujer?

—Soy el doctor Kim Seo-joon, trabajo en el hospital Asan. Ella también es médico allí, —respondió rápidamente mientras sacaba su identificación—. Déjenme verla, por favor.

Los oficiales intercambiaron miradas antes de apartarse, permitiéndole pasar. Seo-joon cayó de rodillas junto a Eun-yong. Su rostro, normalmente lleno de vida, ahora estaba pálido y cubierto de sudor frío. Tenía la respiración agitada y apenas perceptible, mientras su piel mostraba un extraño enrojecimiento. 

La situación era grave.

—¿Qué sucedió? —preguntó Seo-joon mientras revisaba su pulso, que era débil pero presente.

—La encontramos aquí, en la acera, —respondió uno de los paramédicos—. No parece haber signos de violencia física, pero creemos que ha sido drogada. Detectamos lo que parece ser residuos de una sustancia en su mano y ropa, probablemente alguna droga recreativa. No está claro si la ingirió voluntariamente o si alguien la obligó.

Seo-joon sintió cómo la furia se mezclaba con la angustia. Itaewon. Sabía que ese lugar no era seguro, sabía que algo así podría suceder. ¿Cómo pudo pasar esto?

—Tengo que llevarla al hospital de inmediato, —dijo Seo Joon con una determinación inquebrantable—. ¿Dónde está la ambulancia?

—Está lista para transportarla, —respondió el paramédico mientras señalaba el vehículo.

Seo Joon tomó la mano de Eun-yong con suavidad, y aunque ella no estaba consciente, murmuró para sí mismo: Te sacaré de esta, no te preocupes.

Una vez en la ambulancia, Seo Joon se quedó junto a ella durante todo el trayecto al hospital, monitoreando su estado. Sabía que el tiempo era crucial. Mientras observaba el ritmo irregular de su respiración y la falta de respuesta a los estímulos, una sensación de impotencia lo invadió. Pero no permitiría que esa impotencia lo consumiera. Tenía que actuar rápido.

El viaje al hospital fue silencioso, roto solo por los sonidos de los monitores y el suave zumbido de las ruedas sobre el asfalto mojado.

Al llegar al Centro Médico Asan, Eun-yong fue llevada rápidamente a una sala de urgencias. Seo-joon, aunque médico, sabía que emocionalmente estaba demasiado involucrado como para ser quien la tratara directamente. Se quedó al margen, observando a sus colegas encargarse de ella, pero no dejaba de vigilar cada movimiento, cada cambio en sus signos vitales.

Pasaron horas mientras esperaban los resultados de las pruebas de toxicología. 

¿Qué le habían dado? 

Era la pregunta que rondaba en su mente una y otra vez. Y lo peor de todo, ¿quién lo había hecho? Sabía que Eun Yong no habría consumido algo voluntariamente. Era demasiado cuidadosa para algo así.

Finalmente, uno de los médicos salió de la sala con el informe en mano.

—Parece que tenía rastros de una droga conocida como GHB, —dijo el médico, hablando en voz baja para que solo Seo-joon pudiera escucharlo—. Es común en clubes y bares, especialmente en lugares como Itaewon. Es probable que alguien haya deslizado esto en su bebida sin que ella se diera cuenta.

La ira volvió a hervir en el interior de Seo-joon. Itaewon. Había intentado protegerla, había intentado asegurarse de que estuviera a salvo, pero aun así esto había pasado.

—Gracias, —murmuró antes de dirigirse a la sala donde estaba Eun-yong.

Cuando entró, la encontró acostada, todavía inconsciente pero estable. El sonido regular de los monitores era un pequeño consuelo en medio de la preocupación. Seo-joon se acercó y se sentó junto a la cama, observándola respirar lentamente.

—Esto no te debería haber pasado, —susurró, su voz apenas audible—. No dejaré que algo así vuelva a ocurrir.

Mientras las primeras luces del amanecer comenzaban a filtrarse por las ventanas del hospital, Seo Joon se quedó allí, al lado de su amiga, esperando que despertara, decidido a no dejarla sola ni un segundo más.

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① Sigma: Orígenes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora