Parte 11: ~ᴄᴏʟᴀᴘꜱᴏ~

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El caos que Seo Joon había temido desde el principio finalmente había llegado. Lo podía sentir en el aire, denso y cargado de una presión inminente, como si el hospital estuviera a punto de romperse bajo el peso de la crisis. El brote de Sigma ya no era solo un tema de preocupación médica, sino un desastre total. Las cosas se estaban desmoronando, y todo lo que alguna vez pareció bajo control ahora escapaba de sus manos.

Habían pasado días desde que el primer paciente de Sigma falleció ante sus ojos, y desde entonces, las muertes habían comenzado a acumularse. Los pasillos del hospital se llenaban de personas tosiendo, jadeando, y luchando por respirar, mientras el personal médico trabajaba sin descanso, aunque cada vez con menos recursos y más desesperación.

Cuando Seo Joon entró esa mañana en la unidad de aislamiento, el ambiente era distinto. Lo sintió al instante. No era solo el agotamiento físico que veía en los rostros de sus compañeros; había algo más, algo más profundo, una sensación de derrota que colgaba en el aire como una nube oscura.

El Dr. Kyung estaba en la sala, su rostro tenso y su postura rígida mientras observaba los monitores de los pacientes más críticos. Su expresión decía todo lo que Seo Joon necesitaba saber: las cosas no iban bien, y lo que venía era mucho peor de lo que habían anticipado.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Seo Joon al entrar, sintiendo el corazón acelerado.

El Dr. Kyung lo miró y negó con la cabeza, una mezcla de impotencia y rabia en sus ojos.

—Hemos perdido a tres pacientes más esta mañana, —dijo, con la voz baja y grave—. Y no es solo eso. El virus está atacando de una manera diferente en los últimos casos. Los síntomas están apareciendo más rápido, y la tasa de mortalidad ha aumentado drásticamente. Es como si Sigma hubiera mutado de nuevo.

Seo Joon sintió cómo un frío lo recorría de pies a cabeza. Sigma estaba mutando. Lo que había comenzado como una crisis sanitaria ahora se estaba transformando en algo mucho más siniestro y letal. Se estaba volviendo imposible de predecir, y eso lo aterrorizaba.

—¿Y qué hay de los nuevos casos? —preguntó, aunque temía la respuesta.

—Se están duplicando, —respondió el Dr. Kyung, con voz apagada—. Los hospitales de Seúl están saturados. Hay pacientes en los pasillos, y los equipos de emergencia no dan abasto. Nos estamos quedando sin suministros médicos, y el gobierno está considerando cerrar las fronteras de la ciudad para contener el brote, pero no sabemos si eso será suficiente.

Las palabras del Dr. Kyung hicieron que todo se volviera más real, más desesperante. Seo Joon podía imaginar las calles de Seúl llenándose de personas infectadas, la ciudad cerrándose sobre sí misma mientras el caos se expandía como un incendio fuera de control. Sigma ya no era solo un virus; era una tormenta imparable, y todos estaban atrapados en su centro.

El sonido de una alarma interrumpió sus pensamientos. Una de las camas cercanas comenzó a emitir un pitido agudo, señal de que uno de los pacientes estaba entrando en un estado crítico. Seo Joon y el equipo corrieron hacia la cama, donde un hombre mayor estaba convulsionando violentamente. Su piel, enrojecida y cubierta de manchas, parecía estar quemándose desde dentro. Sus ojos, antes llenos de vida, ahora estaban oscuros y vidriosos, completamente invadidos por Sigma.

—¡Prepárenlo para intubación! —gritó Seo Joon mientras el personal se apresuraba a asistir al hombre, pero sabían que el esfuerzo podría ser en vano. El virus estaba consumiendo a los pacientes a una velocidad que nunca antes habían visto.

Sae-jang, que estaba al lado de Seo Joon, hizo todo lo posible para estabilizar al hombre, pero las convulsiones eran implacables. El cuerpo del paciente se agitaba violentamente, mientras sus signos vitales caían en picado. No importaba qué hicieran; Sigma lo estaba devorando desde adentro.

Y entonces, de repente, el monitor emitió un sonido agudo y constante: el corazón del paciente se había detenido.

—¡Desfibrilador! —ordenó Seo Joon, pero en su interior, sabía que era demasiado tarde. Había visto esa escena repetirse demasiadas veces en los últimos días.

A pesar de sus esfuerzos, el hombre falleció en cuestión de minutos.

Seo Joon, con el rostro tenso, soltó el desfibrilador y se apartó, incapaz de procesar lo que acababa de ocurrir. Otro paciente perdido, y cada vez parecía que estaban más lejos de encontrar una solución.

—¿Cuántos más, Seo Joon? —preguntó Sae Jang con voz cansada, sus ojos llenos de desesperación—. ¿Cuántos más vamos a perder antes de que esto termine?

Seo Joon no tenía una respuesta. Nadie la tenía.

Justo en ese momento, el teléfono de Seo Joon vibró en su bolsillo. Era un mensaje urgente. Al leerlo, su corazón se detuvo.

—Eun Yong... —murmuró, su voz apenas un susurro.

El mensaje era claro: Eun Yong había colapsado.

De repente, todo lo demás desapareció. El sonido de los monitores, los gritos, los pasos apresurados... nada importaba más que llegar a ella. Con el corazón latiendo frenéticamente, Seo Joon corrió por los pasillos, sin detenerse a escuchar los llamados de sus compañeros.

Cuando llegó a la habitación de Eun Yong, su peor temor se confirmó. Ella estaba pálida, con los ojos cerrados y respirando con dificultad. Dos enfermeras estaban a su lado, intentando estabilizarla, pero su estado era evidente: Sigma la había alcanzado, y estaba progresando rápidamente.

—¿Qué pasó? —preguntó Seo Joon, su voz temblorosa mientras se acercaba a la cama.

—Sus signos vitales cayeron de repente, —explicó una de las enfermeras—. Está en estado crítico. Lo siento, Dr. Kim.

Seo Joon sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. No podía perderla. No después de todo lo que habían pasado.

Con manos temblorosas, comenzó a revisar los equipos, buscando una manera de estabilizarla. Pero mientras trabajaba, no podía dejar de pensar en una cosa: Sigma estaba ganando. Y si Eun Yong no lograba superar esto, todo su esfuerzo, todo lo que había hecho hasta ese momento, no tendría sentido.

El hospital estaba colapsando. Los pacientes se acumulaban, las muertes aumentaban, y el personal médico estaba llegando a su límite. Mientras Seo Joon se inclinaba sobre Eun Yong, luchando por salvarla, sabía que estaban en una carrera contra el tiempo, y el virus los estaba llevando al borde del abismo.

El colapso no era solo del hospital, ni de la ciudad. Era el colapso de todo lo que conocían, y la única pregunta que quedaba era si podrían encontrar una salida antes de que fuera demasiado tarde.

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① Sigma: Orígenes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora