Capítulo 14: El color de los canales de Venecia

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Sabino Segreti se levantaba temprano todas las mañanas para arreglar las piezas de la galería. No estaría abierta al público dentro de varias horas, pero necesitaba tiempo para asegurarse de que todo estaba en orden. Su cuerpo se movía mucho más lento que antes y la vista tendía a fallarle sin saber a ciencia cierta si se debía a los achaques de la edad o si la constante exposición al fuego había dejado daños irreparables.

Ya no estaba en condiciones de trabajar en un taller de vidrio soplado por más que él quisiera. Agnese había sido clara en eso, pues no estaba dispuesta a dejar que se arriesgara a empeorar su vista o quebrar su espalda de una buena vez. Seguía teniendo su propio taller, sin embargo, y continuaba creando piezas aunque no fuera él quien las fabricaba. Tendía a dar vueltas por el local para dirigir a sus ayudantes en la creación de las obras y guiarlos o darles consejos ocasionales. A veces, cuando no se le ocurrían ideas para sus reconocidas exposiciones, rentaba el taller para que los sopladores novatos tuvieran un espacio donde practicar diferentes técnicas y crear piezas propias, o simplemente dejaba que Enzo se hiciera cargo.

En algún punto, su vida había adquirido una calma imperturbable. Costaba trabajo determinar el momento exacto del cambio, pero Sabino creía recordar que ocurrió una mañana de sábado.

Enzo nunca le contó a nadie las enseñanzas que el hombre encapuchado le había otorgado, pero Sabino Segreti notó inmediatamente que había algo diferente en la actitud de su hijo durante el desayuno que le siguió a esa noche de sueños lúcidos. Estaba más radiante y la energía que desprendía era distinta a la que se había acostumbrado en el último año, que estaba llena de tristeza y luego de ansiedad por poder terminar su exposición a tiempo. El cambio era realmente notorio porque el aura rejuvenecedora color verde limón había vuelto a asentarse como un escudo protector.

Como su padre, Sabino Segreti fue capaz de darse cuenta que su hijo había crecido. Esa mañana tuvo que excusarse a medio bocado del desayuno porque las lágrimas casi lo asaltaron frente a todos y no quería preocuparlos. Era un ligero llanto, mezcla de alegría y orgullo, que acogía por primera vez. Había pasado demasiado tiempo desde que cargó al Enzo bebé entre sus manos y se maravillaba de ver lo lejos que había llegado considerando la inmensa cantidad de dudas que él y Agnese habían tenido durante los primeros años de crianza.

En ese momento, Sabino Segreti supo que Enzo estaría bien. Tuvo absoluta certeza de ello. Y ese conocimiento lo ayudó a calmarse y así pudo regresar a la mesa junto al resto de su familia.

Genevive fue a visitar en la tarde y tanto Agnese como Sabino la recibieron como si fuera su hija y no la hubieran visto en mucho tiempo, lo cual al menos era verdad. Se abrazaron durante lo que les pareció varias horas y prepararon té para que todos pudieran sentarse en la sala a escuchar las aventuras que Genevive había vivido durante su viaje. Enzo conocía gran parte de ellas ya, pero se mantuvo en silencio y dejó que ella hablara y contara todo de nuevo. Captó detalles que se le habían escapado la primera vez por andar distraído y rio junto a sus padres cuando ocurrían momentos graciosos. El té de Genevive se enfrió porque solo daba sorbos ocasionales para recuperar el aliento y humedecer su garganta, pero a ella no le importó que no estuviera caliente.

—Enzo ya sabía todo esto —continuó tras colocar la taza de vuelta en la mesa—, ¿verdad? —Enzo asintió—. Hay muchas otras cosas que ya les contaré después porque no quiero quitarles más tiempo. Pero hubo algo que se me había olvidado decirles y mejor lo hago ahora que me acuerdo —Genevive giró su cabeza para quedar frente a la mirada de Sabino Segreti—. ¿A que no adivinan a dónde fui? —el corazón de su audiencia se detuvo por un segundo, lo suficiente para que se crearan expectativas y la emoción del relato aumentara—. A... —hizo una pausa dramática— ¡Venecia!

El Soplador de VidrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora