Pansy Parkinson era, a todos los efectos, una mujer hermosa. Podía caerte mejor o peor, incluso hay quien la consideraría insoportable, pero su belleza fue siempre indiscutible. Sin embargo había en ella algo muchísimo más atractivo que sus llamativas curvas o su piel pálida.
Seguridad. Ese era el ingrediente más explosivo que poseía, y su cualidad más odiosa. Era todo un espectáculo verla combinar esa risa sarcástica con su pose dominante, rematada por su lengua bífida que podría ridiculizar a cualquiera. Toda esa exquisita y peligrosa mezcla que la caracterizaba hacía que todo el mundo cayera a sus pies. Hermione no fue la excepción.
Todo comenzó una tarde de martes de sexto año. La prefecta de Slytherin caminaba por los jardines de Hogwarts buscando alguna posible distracción. El curso acababa de empezar y por ahora no debía preocuparse mucho por sus estudios. A lo lejos pudo entrever a Granger, pensó que sería divertido molestarla un rato.
Sin embargo sus intenciones tardaron poco en torcerse. Al acercarse pudo distinguir la portada, antes difusa, del libro que sostenía en sus manos. Lo reconocería hasta en braile, era su libro favorito. "Taxi a París". Una novela muggle, erótica, y lésbica. Desde ese día Granger dejó de ser presa de sus insultos, para pasar a ser otro tipo de presa.
Hace tiempo que los estatus de sangre habían dejado de importarle, simplemente disimulaba públicamente porque no quería recibir de sus padres más maldiciones de las que ya solía (y porque le encantaba discutir, fuera por lo que fuera). Es por eso que en un principio Hermione no le pareció una mala opción.
Sin embargo, fue ese pánico que les tenía a sus padres lo que le dificultó el plan. Necesitaba una forma deacercarse a ella sin que pareciera sospechoso, o sin que algún conocido pudiera hacerle llegar esa información a los Parkinson. La sola idea le aterrorizaba, pero eso nunca la había detenido, y no lo iba a hacer ahora.
La bomba cayó sobre la castaña la mañana del martes, cuando al entrar a su clase de pociones, su profesor le asignó a su nueva compañera de estudio, Pansy Parkinson. Y vaya que a la pelinegra le había costado lo suyo disuadir a Horace, pero si se proponía algo lo cumplía.
Desde ahí comenzaron a tener inevitables citas en la biblioteca todos los martes y jueves en el descanso. Hermione había quedado tan sorprendida con su carácter transigente y positivo que incluso le entretenía verla, pues ambas podían hablar con tranquilidad de temas varios incluso una vez terminada la parte del estudio. Podría hasta jurar que la había visto guiñarle el ojo.
La cosa comenzó a ponerse seria tras más de mes y medio. Hermione había llegado a la biblioteca con normalidad, se había sentado en la mesa de siempre y había comenzado a organizar las cosas, cuando la dulce caricia de unos dedos fríos en sus hombros la sobresaltaron. Miró curiosa hacia arriba, encontrando una sonrisa ladina de Parkinson.
- Te ves muy linda concentrada.- murmuró, con tono coqueto, repasando su rostro con la mirada.
- Gracias, supongo...- respondió Hermione, muy confundida. Así inició un juego de bromas e indirectas subidas de tono por parte de la slytherin que Hermione ni siquiera supo cuando había comenzado a corresponder. Por eso no le sorprendió recibir una carta de la chica durante las vacaciones de navidad.
Cuando el segundo trimestre comenzó ambas retomaron sus sesiones de estudio con bastante normalidad, o lo que ellas denominarían normal de su relación. La fina línea entre la amistad y el paso a algo más comenzó a desdibujarse a mediados de enero, cuando Pansy tras una sesión muy cansada decidió proponer una idea.
- ¿Por qué no vamos al baño de prefectas?
- ¿Para qué?- cuestionó Hermione, mientras guardaba sus cosas.
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El cuerpo del pecado (Pansmione)
Hayran KurguDónde Hermione sabe que Pansy es el mayor de los pecados, y no le importa sucumbir a ella. La segunda parte se llama "trazos sobre la piel" y la tenéis disponible en mi perfil.