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Sintiendo la temperatura subir por su cuerpo, Lisa se hizo un ovillo en el sofá escondiendo su cara de la mirada sagaz de Jennie.

— ¿Puedo irme? —preguntó Lisa— Ya no quiero estar aquí —

— ¿No quieres que te ayude en el celo? —preguntó Jennie acercándose peligrosamente y la alfa ocultara su cara para no verla a los ojos—

— No quiero tu ayuda —se quejo Lisa sin mirarla— Solo quiero irme, y te estoy pidiendo permiso por costumbre —

Relamiendose los labios, Jennie tocó a Lisa simplemente acariciandola por sobre la ropa, la alfa se levantó del sofá bruscamente mirando mal a Jennie, sus ojos rojos denotaban molestia.

Un gruñido afloró de la garganta de Lisa ante el poco respeto por su persona.

Decía que si tenían sexo sería una manera de pagarle, pero no se sentía cómoda con la omega, le ardía el toque, le daba picazón su aroma, sus ojos ardían al verla pasar por alto el respeto.

— Siempre es lo mismo contigo, por eso te odio —dijo tranquilamente parándose del sofá— Tu serás igual toda la vida y yo seré rebelde, así que no quiero seguir jugando a que me salvas y te debo algo —murmuró entre dientes— Me voy ahora —

— ¿Ahora de que hablas? Tu eres de mi propiedad —aseguró Jennie con una sonrisa socarrona, la mano de Lisa no pudo quedarse quieta esa vez— ¿Que crees que haces levantando la mano así? —

— Voy a ponerte en tu lugar —

La bofetada sono con fuerza mandando a la omega al piso, Lisa que siempre había sido el receptor de tal violencia sintió una libertad increíble y la culpa a su vez.

— Estoy cansada, si vuelves a molestarme te voy a golpear otra vez —dijo con el mal sabor de boca— Te voy a hacer lo que siempre me han hecho ¿Lo sabes verdad? —

La omega sostuvo su mejilla con asombro, pero apenas Lisa se dio la vuelta le lanzó el jarrón a su lado.

Quizá no se acorbardaria como pensó.

SumisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora