Tu fantasma

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Pienso que no es nada que ya pasará, pero cada vez que cierro los ojos está ahí. Veo su sonrisa, sus ojos. No puedo parar de pensar en sus labios o en su voz. Ese día también fue el primero que vi salir una lágrima de donde todo el mundo renegaba de su existencia; pero yo, yo sabía que si que le latía el corazón, que tenía sentimientos, que no carecía de emociones.

Ese día fue también el día que todo cambió; a partir de ahí no puedo ni pensar, mi mente se ha nublado como si de un cristal a la intemperie en una madrugada de invierno se tratara. No puedo dormir, se me aparece en sueños, y para mí eso es una pesadilla. No puedo comer, pues el pensar en que le estará pasando me pone a la defensiva. Y casi ni puedo respirar cuando estoy cerca de ella.

La veo por los pasillos, y no puedo describir lo que siento. Escucho su voz diciendo mi nombre con alegría después de días sin vernos, e incluso atisbo un brillo en sus ojos que es inusual. Pero sé que todo eso es imposible, porque yo soy yo, y ella, ella es tan ella, tan real. Yo solo soy un ente que vaga por la tierra esperando su momento de partir, y aunque sé que ella está tan rota como yo, no me atrevo a mirarla a los ojos por más de dos segundos seguidos, pues ella es el hilo que me une a la existencia; pero cada día más noto que ese hilo se despega, que ella ya no es suficiente. Pero luego, de un momento a otro, sin haberlo esperado, siento su mano agarrando la mía conduciéndome entre una multitud y es cuando siento que ese hilo invisible se convierte en un ancla. 

Abstracciones realesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora