Aromas dulces

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Hay personas que son como rosas silvestres que crecen a un lado de la carretera y que nadie se detiene a mirarlas, ni siquiera una parte de ellas que miran por la ventanilla con los ojos perdidos en el cielo.

Si te has parado a oler una rosa has apreciado su aroma, cuando yo me acerco a una, no me viene ningún olor, como si no trasmitiesen nada o como si yo no fuese capaz de captarlo.

Las rosas silvestres no son tan distintas de las que hay en un jardín, puesto que ambas son capaces de infringir daño y también de remediarlo.

Cada vez que pienso en el aroma de una rosa me viene el pensamiento de que es amargo, puesto que, no me la imagino en su esplendor, sino más bien, me imagino una rosa marchita y malgastada entre hojas de papel, separando el dolor del pasado con el del presente, pero sin olvidar que lo único que sostiene esa fina pared son unos pétalos desgastados que de un momento a otro, el viento se llevará como cenizas.

Abstracciones realesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora