Cupido

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Me apenan los que creen en Cupido y en sus flechas, pobres desgraciados, directos al matadero como si fueran ganado. No son flechas de amor, son flechas envenenadas, flechas que te perforan la piel, la carne, los pulmones. Y cuando una te da, directo en la espalda, sin defensas ningunas, como Brutus  a  César, no hay vuelta atrás; ni tu corazón ni tu cerebro vuelven a ser los mismos, quedan atosigados, rotos, cercados por escudos de criptonita para el auto sabotaje. 

Abstracciones realesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora