Resignación

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Sentado en soledad mientras las olas iban y venían en un eterno vaivén solamente podía pensar en aquel que le mintió. Como sus grises ojos parecían mirarle con inocencia, con algún tipo de cariño.


— Solo me estoy engañando. – Murmuró para si mismo antes de levantarse y regresar al refugio. Se negaba a seguir pensando en Law, en las mentiras que creyó, en la esperanza estúpida que llegó al tener al saber sobre las "almas gemelas" de los tritones, tonto se sintió al creer que podría ser él.


Una fría ducha y tras vestirse se preparó para dormir, miró de reojo el lugar que antes ocupaba el moreno, decidió darle la espalda y así dejarse llevar por Morfeo. Esa noche soñó que lo miraba, que le confesaba que le amaba, que el otro le correspondía, sin embargo, al abrir los ojos y tocar el lugar vacío a un lado de la cama le hizo regresar a la realidad.

Decidió abandonar aquel refugio, no volver a él. Tomó sus cosas y llenó su pequeño barco de provisiones, cuando se encontró listo zarpó sin mirar atrás. Recorrería el mundo.



El tiempo seguía su curso y conforme los días se volvían meses la esperanza de volver a verlo se desvanecía de la mente del moreno. Ya ni siquiera miraba a las personas del lugar, no quería volver a ver un pelirrojo que no era él. Recargó su espalda en el cristal del tanque de cristal donde se le mantenía cautivo, cerraba los ojos intentando recordar su rostro, pero le era imposible, a penas y recordaba el color de sus ojos, así como el de su cabello, poco a poco las perlas que se formaban de sus lagrimas comenzaron a cambiar de color; ya no eran aquellas blanquecinas o color crema que tanto llamaba la atención de los compradores, ahora eran grises. Los golpes sobre el cristal retumbaban dentro del estanque, pero se negaba a mirar o moverse siquiera, no tardó demasiado en colmar la paciencia de quien le había comprado y en lugar de tener un tanque donde nadar ahora estaba en una caja de cristal donde a penas y podía estar recostado.


De vez en cuando era sacado del agua y llevado a una habitación extraña. Las paredes oscuras con herramientas que desconocía colgando de ellas, siempre que era llevado ahí era sujetado a lo que parecía ser una cama dura y fría. La primera vez puso algo de resistencia, pero a esas alturas ya no le importaba, abría la boca permitiendo que pinzas sujetaran algunos de sus dientes antes de arrancarlos de raíz. Le dolía, pero era algo momentáneo, el diente volvería a crecer y el sabor de su propia sangre no le desagradaba.


— No es divertido si parece que no te importa. – Dijo el rubio mientras se acercaba al tritón. — Quizás necesitas algo de estimulación. ¿Qué tal si te consigo tu comida favorita? – No obtuvo respuesta del otro por lo que frunció el ceño.



Dos meses más pasaron antes de ser regresado al tanque de cristal donde podía nadar y no podría importarle menos. Sabía que lo habían metido ahí para dar algún tipo de espectáculo, pero se negaría a darlo, además se encontraba débil al no ser alimentado durante una semana. Cerró los ojos para intentar dormir, pero una conocida esencia llegó a él, abrió los ojos y alzó la mirada encontrándose con una mancha roja que se expandía lentamente sobre la superficie del agua. Todo su cuerpo le gritaba alimentarse y cuando algo cayó dentro del agua no dudó en nadar hacía aquello. Se llevó una grata sorpresa al dar la primera mordida y degustar el sabor característico de un humano. Su mente se nubló mientras hundía aquella comida que se removía en busca de vivir, una mordida, dos mordidas, dejó de contar mientras la carne se terminaba al llegar al hueso.

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