INDECENCIA

Resarcimiento: Prólogo

Me llamo Aitor Martín, tengo 34 años, un futuro prometedor (o eso dicen los medios de comunicación a los que ha pagado mi padre) y una cuenta corriente que envidiaría el mismísimo Cristiano Ronaldo. Pero antes de seguir hablando de mi presente, voy a poneros en contexto.

A los diez años de edad, sufrí un accidente de tráfico junto a mis padres y mi hermano. Ellos salieron bien parados, pero yo no tuve tanta fortuna. Atravesé la luna del coche y acabé con mi cara estampada en el asfalto. El resultado: diecisiete años tirado en la puta cama de un hospital en estado comatoso. Los médicos no daban un duro por mí, estaba condenado a palmarla, pero un día mi cerebro empezó a funcionar y, contra todo pronóstico, pude volver a la vida, por lo que en el fondo me puedo considerar un tío con suerte. O no. Cuando desperté, me encontré a mis padres al borde del divorcio y a mi hermano en plena guerra con el exnovio de su ahora prometida, la conocida diseñadora y amante del sado, Megan Clos. Aunque esta es otra historia. Casi tuve que volver a aprender a hablar y escribir. De hecho, mi edad cerebral actual es la de un adolescente, así que no os extrañéis si mi forma de hablar no concuerda con la de un tío de 34 tacos. En el fondo sigo siendo un yogurín.

Después de pasar por otros momentos traumáticos que no procederé a detallar (si queréis conocerlos, estáis en el libro equivocado), sufrí varias recaídas que derivaron en efectos secundarios como pérdida de memoria, insomnio, jaquecas, pesadillas y espasmos. En medio de todo esto, tuve tiempo de enamorarme. La culpable fue Ariadna, la secretaria de mi hermano. Pero nuestra historia de amor fue muy corta, pues el exnovio de Megan la apartó de mi lado. Sí, esa es una de las historias traumáticas que he mencionado antes. En realidad, mi vida es un continuo trauma. Si pese a ello queréis seguir conociendo más sobre mí, hacedlo bajo vuestra responsabilidad.