Capítulo 8

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Había bebido pero no estaba borracha. Lo que había ocurrido con ese hombre y el paseo me habían despejado lo suficiente como para saber que no lo estaba. Aunque hubiera preferido estarlo para poder enfrentarme mejor al hecho de tener los labios Sergio pegados a los míos.

No sabría describir ese amago de beso, era una caricia suave, me estaba pidiendo permiso y yo no supe responderle. Me separe despacio, sin ser brusca y nos miramos a los ojos por segundos eternos. Seguía teniendo mis piernas alrededor de su cintura y él me seguía sujetando con un brazo mientras la otra mano la tenía en mi mejilla. Me quitó el pelo de la cara y vi un brillo en sus ojos que hacía años que no veía.

Y lo besé. Sin pedir permiso. Y él me pegó más a su cuerpo sujetándome con los dos brazos. Comenzó a avanzar sin soltarme el cuerpo y sin despegar los labios. Se sentó conmigo encima en uno de los escalones de piedra. Enrede mis manos en su pelo y el no deje de apretarme contra su cuerpo intentando que no cupiera ni un milímetro de aire entre nosotros.

Era un beso con ganas, pero delicado, ninguno se atrevió a utilizar la lengua pero cuando al separarnos por aire quedó mi labio inferior entre sus dientes y tiró de él, me sonroje. Empezamos a reírnos suavemente pero ninguno se atrevía a hablar. Salimos de la piscina y cuando empecé a tiritar puso su chaqueta que seguía en la hamaca sobre mis hombros. Me abrazó y se acercó hasta darme otro beso, esta vez corto para después tirar de mi mano hacia el hotel.

Cuando salimos del ascensor en la planta en la que se encontraba mi habitación me acompañó hasta la puerta. Al principio pensé que pasaría dentro conmigo pero cuando abrí la puerta y me di la vuelta simplemente me acerco a él por la cintura. Hasta ese momento ninguno había abierto la boca para hablar.

-Me voy a mi habitación

-¿Por qué?-pregunté enredando mis manos en su pelo.

-Porque ambos tenemos mucho que pensar, porque me ha encantado besarte y seguirá haciéndolo pero no quiero presionarte.

-No lo haces

-Lo sé pero no quiero que cuando mañana nos despertemos nos arrepintamos

-¿Por qué iba a hacerlo?

-Yo tengo muy claro lo que quiero Raquel, si no no te hubiera besado.

-Y yo te he correspondido

-Sí pero tú tienes mucho en que pensar y no quiero que nos equivoquemos por empezar algo que no podamos manejar.

En ese momento cuando lo miré a los ojos mientras le acariciaba la barba comprendí que estaba pensando en nuestro bien. Que no quería hacerme daño, aunque irremediablemente nos lo haríamos, y aunque en ese momento ninguno de los dos lo supiera, ambos nos quedamos con la ilusión.

-Por favor, piensa, medita y cuando creas que tienes una respuesta me la das, pero mientras vamos a evitar hacernos daño.

-Se que nunca me harías daño, en menos de dos meses me has dado más felicidad que el hombre con el que comparto esta alianza-le dije levantando el dedo anular de mi mano izquierda.

-Precisamente porque llevas esa alianza, que no significa nada para ti, pero si significa para tu hija-y entonces fui consciente de que él había pensado en Paula mientras que yo no- y para mi, porque no quiero construir algo sobre unos cimientos que no sean nuestros.

-Vale, te prometo que pensaré, pero ¿te puedo pedir un favor?

-Lo que quieras

-Dame un último beso-ambos sonreímos.

The secret letterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora