A plague tale

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Nadie supo exactamente de dónde vino...

Primero se empezó con una pequeña fiebre, después empezó la tos, la tos con sangre y después empezaron a haber delirios, inflamaciones y finalmente la muerte.

-- Tome esto, si en unos días la fiebre no baja no tendrá remedio -- Dijo mientras le entregaba a la señora de la casa una especie de bolsa con hierbas medicinales para después darle la espalda -- ¿Cómo vas por allá Othello?

-- ... Ha perdido demasiada sangre ya -- Dice con tono sombrío -- Me temo que ya no podemos hacer nada por su hijo.

La señora echa llorar desconsoladamente después de las palabras del joven doctor de cabellos rebeldes y mirada cansada. Esto se estaba volviendo de casi todos los días y eso, como el novato en la profesión que ejercía le era un tanto deprimente. Por suerte, su mejor amigo y compañero ya tenía experiencia con tratar a estos pacientes de muerte, manteniendo así su expresión firme ante estas situaciones.

Los dos salieron de la casa, Othello todavía procesando la muerte de aquel joven mientras que Elías manejaba la carreta.

-- Eso fue raro... -- Comentó el más joven.

-- ¿Qué cosa?

-- La muerte de ese joven.

-- Somos doctores Othello, la muerte es algo con lo que lidiamos a seguido.

-- Ya lo sé, solo digo que es raro que padre e hijo hayan enfermado de lo mismo.

-- Bueno, a veces así son las cosas -- Suspira -- Aunque debo admitir que es la primera vez que veo a alguien con este tipo de síntomas.

-- ¿Lo dices en serio?

-- Muy en serio -- En la expresión fría y casi inerte de su compañero de lacios cabellos castaños se dejo ver un fugaz destello de inquietud -- En fin, no debe ser nada grave.

Lamentablemente estaba equivocado, con el paso de los días más y más personas fueron presentando ese tipo de síntomas. Nobles, pobres, niños, adultos, mujeres, esa enfermedad no sabía distinguir nada de eso. Ahí fue cuando todo empezó a salirse de control.

-- ¿Cómo esta tu familia? -- Le preguntó poniéndose sus guantes de cuero negro.

-- Bien, están en una zona alejada de aquí. Lejos de los infectados.

-- Perfecto, al menos espero que así se realenticen los contagios -- Se puso su sombrero, su máscara de protección que más bien parecía la cabeza de un cuervo y abrió la puerta. -- ¿Estás listo?

-- Espera -- Othello también se puso una máscara protectora y después caminó hacía la puerta -- Andando.

El traje que usaban era pesado, estorboso y acaloraba mucho pero solamente así podían ir a las diferentes partes de la ciudad y vigilar los crecientes casos de esta maligna enfermedad.

Día tras día, ellos junto con todos los demás doctores iban casa por casa vigilando que la enfermedad no se dispersara más, si es que alguien tenía síntomas entonces lo enviaban a una sección apartada dónde tenían a los demás enfermos. Othello no tenía permiso para ir ahí, Elías le dijo que en esa área solo podían estar los más experimentados en el oficio como él.

-- ¡Aouch! -- Es el pequeño quejido que lanza cuando de repente unos pequeños dientes traspasa su guante.

-- ¿Sucede algo Othello? -- Pregunta Elías

-- ... No, estoy bien.

No dicen nada más, todas las personas de esa casa están infectadas y proceden a llevarlas a la zona de cuarentena. Al llegar al límite Othello baja de la carreta y deja a Elías a cargo.

BAD END FOR A NIGHT Donde viven las historias. Descúbrelo ahora