Capítulo 12

9 0 0
                                    

El barrio artístico de la ciudad quedaba más o menos a unos quince minutos en coche, por lo que no fue muy difícil llegar ahí tras haber transitado apenas por un par de avenidas principales.

Aparque en un supermercado que había alrededor del museo de la biblioteca y grande fue mi sorpresa cuando me topé directamente a Evka en la caseta de cobro del estacionamiento. 

Lucía exquisita con sus shorts deportivos y su escote y su ombligo al aire y no podía creer como era que Hugan la había botado así de esa manera, enviandola así de directamente a mis garras.

— Sabía que ibas a llegar aquí —Dijo, tras darme un beso en la mejilla, bastante cerca de la boca— ¿Cómo estás Bruck?

— Bien —Respondí, muy bien— ¿En serio me estabas esperando a mí?

— Por supuesto que sí. ¿Te molestaría mucho acompañarme a hacer unas compras?

— Por supuesto que no —Respondí, altamente sorprendido por aquella proposición. 

Mientras vagabamos por el pasillo de las infusiones me puse un poco melancólico producto de la vida de perros que había llevado hasta ese momento mi existencia.

También recordé cuando mi feminista millonaria me dijo que no tenía que ser tan mal agradecido con lo que había logrado llegar a tener producto de mi trabajo. 

El problema era que la noción de melancolía provenía del hecho de estar caminando por el supermercado con una linda mujer. Estaba poco resuelto en ese aspecto y bien, sacando cuentas, nunca había logrado tener una pareja estable con proposiciones de matrimonio y toda aquella parafernalia y eso me ponía así de melancólico. Yo a esas alturas solo quería una vida normal de pareja como todo el mundo con una chica que yo quisiera mucho. Con mi feminista millonaria jamás habíamos salido de compras, por ejemplo.

Sexo. Todo era sexo.

Solo cuando estábamos haciendo la cola en la caja me di cuenta de que con Evka no hablamos nada durante toda aquella estadía:

— ¿En serio nunca habías trabajado de modelo, Bruck?

Aquella era una pregunta bastante tensa, puesto que tal vez lo que ella realmente quería saber era si yo alguna vez había cosificado mi cuerpo para laburar y eso efectivamente SÍ me hacía acrededor de dar un Sí como respuesta. 

— No. Nunca he trabajado de modelo. 
— Has perdido mucho dinero entonces. Podría hacerte millonario si permitieras que yo maneje tu carrera.

Hubo una pequeña pausa mientras Evka pagaba con tarjeta de crédito. Luego continuó:

— ¿En serio que estás dispuesto a posar para mí? 

— Por supuesto que sí estoy dispuesto a posar para ti.  

— ¿Y cuánto me estarías cobrando? Ahora no puedo pagarte, pero cuando sepa cuánto cobrar por mi divorcio tendré muchísimo dinero y ahí podríamos negociar por un monto muy favorable para tí.
 
— No hablemos de dinero, por favor. 

— ¿Eso quiere decir que quieres que te pague de otra manera?

La verdad es que sí, pensé. 

— No lo sé, la verdad. Primero quiero saber si resulta esto, porque de verdad que nunca he posado.

Tras salir definitivamente de allí y darnos un par de vueltas caminando por unas calles aledañas al fin llegamos a la casa de Evka, lo cual consistía en una propiedad que abarcaba por completo una pequeña manzana y al mismo tiempo una importante cantidad de metros cuadrados.

Al servicio del poder Donde viven las historias. Descúbrelo ahora