Capítulo 17

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La gobernadora de la ciudad me miraba fijo y a mi se me había puesto blanda y Doniv lo seguía intentando con todas sus fuerzas.

Simplemente me maldecía por estar en el lugar equivocado y a la hora equivocada. 

— Perdón —Dijo ella, tras yo descubrir que su mirada pertenecía a la de alguien que estaba profundamente decepcionadx—. Venía a verte a tí pero me di cuenta que estás ocupado. 

Acto seguido la gobernadora de la ciudad se alejó en dirección hacia la salida del bar clandestino sanitario. Doniv seguía en aquello y la hice parar casi bruscamente.

No podía creer que había pasado de un nivel de calentura máxima a esa sensación. Para colmo no tenía idea qué era lo que estaba pasando.

— ¿Que pasa? —Preguntó ella, aún con mi verga en sus manos— ¿Quien se dio cuenta de esto?

Acto seguido miré a mi alrededor; unas siete u ocho parejas nos observaban atentas, mientras al mismo tiempo no me importaba el hecho en sí. Solo pensé en ponerme de pie y acudir en el acto en persecución de la gobernadora de la ciudad, puesto que cuando la miré me di cuenta que entre nosotros había algo así como una especie de profundo vínculo no escrito. 

— Permiso —Dije.

Acto seguido Doniv se puso de pie y les mostró las tetas a los presentes, quienes le regalaron una sonora ovación. Yo me fui inmediatamente donde la gobernadora de la ciudad, quien en ese preciso momento llegaba a su coche.

— ¡Hey! —Grité, intentando que no me importase no saber cómo se llamaba.

Corrí hasta ella y la gobernadora de la ciudad me quedó mirando gravemente. Daba la impresión de que eramos novios o algo así.

— Te escucho —Me dijo.

No tenía idea a qué se refería con eso y al parecer ella notó mi expresión de confusión máxima. 

— Perdón —Dijo ella, así como disculpandose de verdad, de forma muy genuina— Soy yo la que debe darte explicaciones. 

Luego sonrió, casi olvidándose que estaba decepcionada de mi o algo parecido. Era la sonrisa más limpia que había visto en décadas.

— Ocurre que quería verte antes de la comida —Dijo—. Tenía ganas de conversar con alguien y pensé en ti y eso es todo.

Me sentía horrible mirándola a la cara. Apenas nos conocíamos y su dulzura y sus gestos me invitaban a creer que había cometido el más imperdonable de los errores, sea lo que sea que hubiese hecho. Tampoco podía creer que ella fuese la mismísima hermana de mi feminista millonaria. 

Lo más extraño de todo era que no había ninguna intención sexual de por medio.

— ¿Por qué yo? —Pregunté, bastante sorprendido.

— Supe que eras el chico que era explotado por mi hermana y aquello me hizo tenerte simpatía pero veo que no pierdes el tiempo. Buenas noches, Bruck.

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