La guerra estaba por terminar y Tony no podía estar más feliz, Steve finalmente era reconocido como se debía. Todos celebraban por la próxima victoria, a ellos no les interesaba las miradas de desagrado de los demás, ellos bailaban al compás de la música, robando más de una mirada por los demás por que aunque no quisieran admitirlo, eran la pareja perfecta.
Tony complementaba a Steve y Steve a Tony.
Howard veía receloso a Steve, como este no apartaba su mano de la cintura de su hijo y como este se pegaba a su pecho, mirándolo con una sonrisa brillante. Era feliz y eso era lo que importaba.
A Howard aunque en un inicio le molestaba la relación que mantenía su hijo y su mejor amigo no era de su agrado, de no ser por su esposa, Maria quien lo fue convenciendo poco a poco y también Steve mostró ser merecedor de su hijo.
— Tony te importa si te lo robo un minuto — escuchó a Bucky y antes de que pudiera siquiera negarse el rubio fue arrastrado hacia otro lado.
Decidió salir un rato del salón para tomar algo de aire, una ligera y fresca brisa acarició su rostro y pudo ver cómo en el exterior había un par de hombres fumando y hablado con algunas señoritas y amigos. Todo saldría bien, la guerra terminaría pronto.
Después de unos minutos volvió al salón donde vio a Steve en la barra dando un sorbo al trago que el cantinero le había dado y vio la señal del hombre indicando que el trago se lo había ofrecido una de las bailarinas. Apretó con fuerza sus puños tratando de controlar sus celos, pero lo que fue el detonante fue ver a la amiga de su padre, Peggy Carter acercarse a Steve, pone una de sus manos en su hombro y la otra en uno de sus brazos.
Fue ahí donde ya no lo soporto más. No era ningún tonto y mucho menos ciego para no ver la forma en cómo Carter miraba a su soldado. Vio al estar a un par de metros como la mujer de retiraba cantoneando sus caderas en ese vestido rojo que realzaba sus tributos como mujer y Steve únicamente la siguió con la mirada. Cuando llegó a su lado le hizo una señal al cantinero quien sirvió rápidamente el trago, aquel lo intercambió con el de Steve, quitando el trago de la mano para poner el suyo.
— Más te vale no estar viendo a alguien más que a mi — dijo mientras bebía el resto del trago.
— Imposible. Yo te amo a ti y solo a ti Tony — el castaño se sonrojó ante sus palabras, y volvió a llevar el vals a sus labios pidiendo aún sentir como los labios de Steve se habían posado en ese mismo trago.
— Si pudiera te besaría ahora — dijo en un susurro que espero ser opacado con la música, peor que no fue así.
— ¿Y qué te detiene? — vio como el rubio se acercaba a él para besarlo pero puso el vaso entre ellos.
— Ahí lo tienes, un beso de mi parte — dijo con una sonrisa.
— Eso no cuenta. Eso ni siquiera es un beso — se quejó Steve haciendo reír un poco al otro.
— Acaso no habías escuchado de los besos indirectos, Stevie.