¡ n i g h t m a r e !
(n) abrió los ojos, levantándose de golpe, quedando sentada en su cama.
observó su alrededor, la habitación estaba siendo ligeramente iluminada por la luz de la luna, misma que ingresaba por la ventana. inupi yacía a su lado izquierdo, dándole la espalda, mientras que koko a su lado derecho, este no le daba la espalda, es más, tenía una mano sobre sus piernas. había quedado dormido abrazandola por la cintura pero ahora que ella quedó sentada en la cama, ese brazo cayó sobre sus piernas.la fémina tenía los labios entreabiertos, respirando por estos mismos, su pecho subía y bajaba algo acelerado debido a la pesadilla tan fea que tuvo.
cuando tenía pesadillas relacionadas a monstruos, demonios, fantasmas o lo que fuese, despertaba pero enseguida volvía a caer dormida, restándole importancia debido a la costumbre. sin embargo cuando eran pesadillas relacionadas a sus dos novios, simplemente no podía soportarlo, mucho menos cuando "veía" cómo la vida de aquellos dos desaparecía justo enfrente suyo.el temor de que algo le pasara al par era horrible, cuando la pandilla a la que ellos dos pertenecían, se metía en alguna pelea con otro grupo importante, no podía no quedarse despierta hasta al menos recibir un mensaje que le asegurara que ambos se encontraban vivos. temía que alguien peleara sucio y utilizara contra los otros dos algún tipo de arma.
con cuidado retiró el brazo del pelinegro, dejándola en el colchón, para luego levantarse y salir, tanto de la cama como de la habitación. bajó las escaleras cautelosamente, pues las luces estaban apagadas, no quería encenderlas porque sabía que eso causaría que inupi y koko despertaran y la siguieran para saber qué la llevó a abandonar la cama cálida.
encendió las luces de la cocina una vez estuvo dentro, y se encaminó al refrigerador, sacando una botella de agua. retiró la tapa y sirvió del líquido en un vaso de vidrio que agarró de un mueble; entonces se puso a tomar, queriendo tranquilizarse, despejar la mente antes de intentar dormir.—¿qué haces despierta?
la voz de koko le hizo sobresaltar del susto que se llevó, si no hubiera tomado más de la mitad del agua seguro que habría volcado. miró al pelinegro, encogiéndose de hombros como respuesta.
—me dio sed.
mintió, ella creía que el otro se burlaria o no le tomaría tanta importancia a su tema de la pesadilla. después de todo ambos chicos no conocían su costumbre de tener pesadillas al menos cinco días de siete.
—no mientas, sentí cómo te despertabas de golpe, como si algo te hubiera hecho asustar.
la voz del contrario salía despacio y bajo, supuso que porque él tampoco quería despertar a inupi. koko se acercó a la chica, poniéndose a su lado, mirándola, parecía que la estaba analizando.
—¿qué es?, dime.
insistió. el sueño se notaba en el rostro del pelinegro, lo cual le hacía ver ciertamente adorable.
(n), aún callada, tomó la mano de su pareja, entrelazando ambos dedos, sintiendo la calidez de aquél. eso le hizo suspirar y calmar más rápido que el beber agua, sentir que el ajeno estaba al lado suyo, sano, vivo.—es sólo que... soñé algo feo, tenía que ver con ustedes dos, y bueno, allí los perdía. la idea de no tenerlos duele, me hace temblar del miedo.
no podía seguir con la mentira de «tengo sed», pues koko le conocía bien, una vez que notaba algo no andaba bien no dejaría de insistir en que le cuentes, no importandole si aquello lo volvía alguien intenso.
—pero (n), linda, estamos aquí, no nos perderás, para eso falta muchísimo tiempo, largos años. ven.
luego de que koko apartara el vaso de sus manos, dejándolo en la mesada, atrajo el cuerpo de la muchacha al suyo, envolviendolo en un abrazo. ella ocultó el rostro en el pecho del chico, inhalando su aroma, y él empezó a repartir caricias sobre el cabello de su novia, intentando que se calmara.
(n) tenía ganas de llorar, sin embargo se aguantó, no le gustaba verse vulnerable ante los demás, no quería preocupar al de cabellos oscuros. quizás podía verse exagerada llorando por algo tan estúpido como una simple pesadilla, pero ella amaba a sus novios, demasiado, tanto que pese a que la pesadilla era algo irreal, igual forma no podía soportar de ninguna manera que inupi y koko desaparecieran.
estuvieron abrazados por un largo rato, lo único que se escuchaba en la cocina era la manecilla del reloj moverse.
koko se separó un poco de la muchacha, tomándole las mejillas en sus manos, pudiendo así depositar pequeños besos en los labios de la misma.—bonita, te quiero. no nos perderás, ¿bien?, quita de tu linda cabeza ese pensamiento.
(n) asintió, mordiéndose el interior de la mejilla porque el nudo en su garganta comenzaba a ser más y más notorio. envolvió los brazos en el cuello del ajeno y le dio varios besos en los labios también.
—te quiero, koko. y a inupi igual, claro, no está despierto, sino se lo diría.
el chico sonrió. ambos se siguieron dando besos mutuos durante otro rato, disfrutando de la compañía que ambos se brindaban.
—vayamos a dormir.
sugirió la fémina, a lo que él estuvo de acuerdo. dejaron la cocina, apagando las luces y subiendo las escaleras; ya estando en el cuarto fueron directo a acostarse. inupi seguía en la misma posición, durmiendo profundamente, así era el rubio, ni un sonido increíblemente ruidoso lo despertaba.
koko y (n) se acomodaron sobre la cama, abrazándose, y tras un último beso se durmieron.