CAPÍTULO CATORCE

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Shinichiro estaba decidido en una cosa, acercarse más a Harashi y a medida que el tiempo avanzaba eso parecía estar sucediendo. Cada mañana Shinichiro pasaba por enfrente de aquella pastelería y veía por la ventana a la joven junto a sus amigas, realmente estaba feliz ahí cumpliendo su gran sueño. Al cerrar su camino era devuelta por el mismo, fue una de las ventajas de ser quien eligió la ubicación, no estaba tan cerca de su taller pero tampoco muy alejado, estaba justo pasando la ruta que él siempre usaba para pasar, demasiada casualidad quizás.

Lo mejor para él era saber que aquel rubio oxigenado no pasaba más por ella, eso le daba una gran ventaja de acercarse.
Como todas las noches iba camino a casa, cuando pasaba por su local bajaba un poco la velocidad de su motocicleta solo para verla bien, esta vez pudo notar que aún no estaba cerrado. Del otro lado de la ventana podía verse el frente vacío sin nadie atendiendo, aparcó en la entrada y decidió entrar. Llamó para ver si alguien contestaba pero no recibió respuesta alguna, empezó a sentir que algo andaba mal así que sin dudarlo dos veces pasó el mostrador y fue a la puerta que daba la cocina.

— ¿Konoe? — Su vista se posó en la muchacha que estaba al parecer batiendo, llevaba los auriculares puestos y entendió porque no lo había escuchado. Konoe bailaba al compás de su música mientras continuaba moviendo la mano para batir aquella crema. El joven se acercó hacia ella para poner la mano sobre su hombro, primer error.
Harashi estaba tan concentrada en la canción que al sentir un toque en ella su primer reacción fue lanzar su codo hacia atrás, golpeando con una gran fuerza el abdomen del chico después hizo la cabeza hacia tras con gran fuerza para darle en el mentón finalmente estaba lista para noquearlo de una patada por tener sus manos ocupadas, pero se detuvo al ver el rostro de Shinichiro.

El pobre joven estaba realmente adolorido, esa pequeña chica llevaba consigo una fuerza asesina. Nunca comprendió como un cuerpo tan diminuto podía tener tanta fuerza, tal vez el abuelo Konoe tenía un poco de razón, Harashi podría acabar con él sin titubear.

— Realmente lo siento. — Harashi fue por el botiquín para buscar una crema, le había dejado un buen golpe en el mentón. Aquel ungüento ayudaría con la inflamación. — Pero en parte es culpa tuya, ¿cómo entras así de repente?— dijo buscando excusarse.

— ¿¡Eh!? Vengo gritando desde que entré, tú tienes tan alto el volumen que si alguien entra no te enteras. — Harashi aplano un poco el algodón con el que esparcía el ungüento, haciendo al joven soltar un fuerte quejido.

— Idiota. — Tiró el algodón en la basura y fue hacia el lavamanos, aún debía continuar trabajando.

—  Es tarde, te llevo a casa. — La joven se negó. Tomó una duya para rellenarla con la crema rosa y al final cerrarla con una pequeña liga así evitando que la duya se llene de aire y se rompa.

— Debo terminar esto. — En la mesa tenía un pastel blanco sobre un plato giratorio, con una mano se apoyaba ir girando despacio mientras la otra empezaba a formar los pétalos dejando al final una rosa dibujada con ayuda de la duya. Shinichiro estaba asombrado realmente lo hacía ver tan fácil, su mano se movía con tanta confianza sin temblor, las flores quedaban preciosas.

— Realmente eres buena. — Harashi sintió algo de vergüenza al escuchar eso, aún cuando todos sus cercanos sabían el gran talento suyo nunca nadie la había visto hacerlo y tener ahora público la hacia sentir avergonzada.

—No es muy difícil, cualquiera podría—

— Jamás podría. — Shinichiro era consciente de que si lo intentaba todo solo terminaría en un gran desastre.

— Mentira, ven. — Shinichiro se negó pero terminó siendo forzado. Harashi colocó la duya en su mano mientras la de ella se ponía sobre la de él para apoyarlo y guiarlo. En ese momento, Shinichiro sintió como la punzada volvía, los nervios se apoderaban de él e incluso juraría que empezó a sentir algo de calor al estar tan cerca suyo. Intentó concentrarse lo más que pudo en hacer esas flores pero sólo le quedaban deformes, era una estupidez todo. Harashi sólo reía por sus diseños tan extraños pero intentaba ayudarlo a arreglarlos.

— ¡Venga! ¡Esa si ha salido bien! — Después de varios intentos Shinichiro por fin pudo hacer una flor decente, harashi estaba orgullosa de ello y sobre todo saber que era una maestra excelente.

Shinichiro volteó a verla, su sonrisa era tan hermosa e hipnotizante, deseaba que esa fuera la primer cosa que ver en la mañanas y fuera la última al finalizar el día, realmente estaba perdido por cada detalle en su rostro, en ella.
Harashi lo miró, él no apartaba la mirada de la chica y eso la hizo ruborizarse, su primer instinto fue alejarse pero fue impedido por la mano de Shinichiro. Aquel la había tomado por la cintura para acercarla a su cuerpo, tal vez en ese momento no estaba cien por ciento cuerdo de sus acciones y eran las emociones quien hablaban; konoe solo podía mirarlo, las palabras no lograban salir de su boca y menos cuando la distancia entre sus belfos empezaba a ser más corta.
Harashi pudo sentir como su corazón se aceleraba, creía que incluso su acompañante podía escucharlo. 
Tal vez esa era el momento que ambos estuvieron esperando, ella desde sus ochos años y él desde que entendió que ella era la mujer que siempre tuvo su corazón.

— ¡Hermana, estás aquí! — Una voz del otro lado de la puerta acabó con todo en ese instante. Shinichiro la soltó permitiendo que se marchara, Harashi solo intentaba evitar mirarlo.

— ¿Qué hacen aquí ustedes? — Harashi salió por la puerta para estar en el recibidor, realmente por primera vez agradecía la repentina aparición de su hermano, Kazutora y Chifuyu.

— Has trabajado duro y pensamos en que sería bueno para todos salir a comer. —

Shinichiro salió por la puerta sorprendiendo a Tora y Chifuyu, Baji por su lado miró a su hermana quien a toda costa evitaba devolvérsela, su conexión era tan grande que incluso podía escuchar en su cabeza la gran cantidad de preguntas respecto a esto.

— Shinichiro, ¿qué haces aquí? – Tora preguntó mientras daba un pequeño salto y se sentaba sobre el mostrador.

— Solo vine porque el abuelo deseaba algo. — Ninguno de los dos pudo mirarse en ese momento, aún estaban algo incrédulos de lo que estuvo por pasar hace menos de unos minutos. 
—mañana vendré por eso, me voy. — No espero a despedirse, casi salió huyendo de aquel lugar, Harashi agradeció eso puesto que no iba a soportar esta terrible incomodidad entre ellos y las miradas desafiantes de su hermano.

— Bien, ¿a dónde iremos?—

𝐀 𝐦𝐢𝐬 𝐨𝐣𝐨𝐬. || Shinichiro Sano. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora