-Deja de hacerme esto, deja de torturarme nuevamente, no vuelvas solamente a lastimarme de nuevo -dijo mientras pequeñas lágrimas salían.
Publicada miercoles 14 de julio 2021.
—Es un gusto conocerlo, mi nombre es Izumi Shinazugawa.
—Izumi, el gusto es mío, espero y te adaptes rápido a la empresa, soy muy exigente.
—El señor Himejima me comento eso, verá que no habrá ningún problema conmigo.
—Espero y se lleven bien.
Ninguno de los dos llegó a imaginar lo que les preparaba el futuro, ni lo mucho que llegarían a amarse.
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—Ma... Despierta ya es tardé, el tío Sanemi me dijo que te despertará para comer, arriba —dijo mientras meneaba el cuerpo de su madre tratando de despertarla— el tío se enojara contigo si no sales.
Ella se meneo al lado de Aroon quedando enfrente con los ojos medio abiertos se levantó de golpe para luego abrazarlo y volverse acostar aun abrazándolo.
—Pequeño mocoso, ¿por qué me despiertas tan temprano?
—¡No es temprano! Son las nueve de la mañana, y no soy un mocoso.
—Eres mi mocoso —dijo abrazándolo más fuerte.
—Estoy enojado contigo, anoche no me llevaste contigo y tampoco dormiste conmigo —hizo un tierno puchero.
—Cariño, era algo del trabajo y tu estabas con Sanemi no deseaba despertarlos.
—Lo sé...
El día de ayer sintió como si una cubetada de agua helada le hubiera caído, el verlo fue algo inesperado, nada agradable, esperaba nunca más verlo su vida se había vuelto mejor al no estar a su lado se sentía feliz y completa junto a su familia.
Aunque cierta chica la había hecho pasar un buen rato charlando, jamás en su vida pensó el que hablaría con tanta confianza con alguien que apenas había conocido esa misma noche, la señorita Mitsuri era una mujer demasiado dulce y educada. Era una lástima el que no podría volver a verla y si la viera definitivamente la ignoraría, no quería involucrarse con ellos, menos que su secreto fuera descubierto, no quería que su hijo fuera mal visto sólo por ser "el hijo de la amante".
No, él no tiene que sufrir por la familia de ese hombre, él viviría una buena vida junto a ella, no dejaría que alguien le hiciera algún daño.
—Ma, tienes que soltarme, levántate a comer.
—No quiero, eres tan cálido.
Ambos siguieron abrazados y en un silencio tranquilo que no duró mucho porque su puerta fue abierta de golpe.
—¡Ustedes dos! ¡Muevan sus traseros y vayan a desayunar!
—Shh, no grites estamos descansando ¿quieres unirte a nuestro abrazo?