Capitulo 6. La mancha

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El sol se asomaba poco a poco, filtrando sus delicados y brillantes rayos amarillos por la cortina de mi ventana, acariciando mi rostro con su delicado fervor. Hacia un par de horas que estaba despierta, con mi sabana cubriéndome de pies a cabeza siendo únicamente mi rostro que sobresalía, con una mirada perdida al frente de esa ventana; todo era muy tranquilo, muy silencioso por fuera, mas sin embargo dentro de mi, mi cabeza daba vueltas y los pensamientos se repetían sin parar como un vinil rayado.

No, no había ido a trabajar, era la primera vez en cuatro meses que tenia la osadía de quedarme en casa, nunca lo intente, nada habría hecho que tuviera la fuerza de dejar un día sin laboral... o al menos eso creía en su momento. Siendo mas claros, no fui porque un sentimiento terrible de miedo me invadía en todo el cuerpo o mejor dicho, era como un remolino de sentimientos encontrados y chocando entre si. Era temor de vivir otra situación similar, era repulsión que sentía sobre todo en mi estomago de solo pensar en pudo pasarme algo grave... Y a la vez, era tristeza, de saber que no podría hacer un buen trabajo en un buen tiempo.

Cuando el doctor llego a la sala donde yo me encontraba, por su tono de voz mas critico, ya podía imaginar lo peor, lo lograba sentir y pronto y sin medida, mis peores pensamientos y posibles finales para mi se vieron como una realidad y tenia que estar preparada.

La perdida de mi cafetería, la movilidad de mi mano, el fracaso, la ruina, la recuperación, todo se vino a mi como una bola de nieve cayendo sin control. 

Pero como un rayo de esperanza que en su principio veía muy distante, el doctor pronuncio mi estado. 

"...Que afortunada, de haber sido mas profundo, bueno... Use su imaginación"

Palabras quizás no tan delicadas, pero que me sorprendieron enormemente. ¿Recuerdan cuando dije que mi nombre fue porque mi padre pensaba que atraía esperanza? Ahora lo reforzaba un poco más. Aquel doctor explico que mi corte fue grave pero no lo suficiente para ser algo MUY GRAVE, pero si bien escape de un problema con consecuencias desastrosas, aun no terminaba lo mas agobiante. 

Cuando me permitieron regresar a mi hogar, llame al teléfono del taxi que Johnny me había dado, llego a tiempo y fue muy delicado en el viaje, aun que era un hombre de pocas palabras. Pero cuando salí del auto y llegue a mi puerta, abriéndola de forma lenta y mirando al fondo totalmente oscuro, una enorme carga me invadió desde los hombros hasta la planta de los pies, estaba cansada, totalmente exhausta y sencillamente no quería pensar en nada, quería desconectarme de mi cerebro y mi entorno sin mas.

Esa precisa noche, decidí no cenar, no encender el televisor para entretenerme un tiempo, ni siquiera quise ponerme cómoda con mi pijama limpia, lo único que pude cambiarme fue la camiseta manchada de sangre por una camisa de algodón mas vieja que usaba por lo general para deberes y me deje los pantalones que tenia; a decir verdad, me sentía perdida sobre que tenia que hacer en mi propia casa puesto que lo único que invadía mi cabeza era los cuidados que debía de tener al menos por unos tres meses que sentía que lograrían ser un problema para mi y mi trabajo. Nada de esfuerzo ni movimientos bruscos a no ser que quisiera ver como los puntos se rompen y junto a ellos la herida se abra nuevamente, alargando mas tiempo a mi recuperación. Limpieza y desinfección constante si tampoco quería padecer de una infección y por sobre todo, reposo en todo momento, tomar mis medicamentos para el hierro y el pronto cierre de mis heridas y por cualquier circunstancia de presentar algo extraño en mi lesión, llamar al doctor. Pude recibir todo tipo de indicaciones y curas físicas, mas las llagas sentimentales y mentales aun estaban frescas.

Mientras me tumbaba en mi cama como una pesada roca y me sumergía en mis sabanas con la sensación mas fría y extraña que por primera vez experimentaba, ensimismada en todo mi ser, pensaba... 

La Catábasis de Johnny || Johnny Lawrence  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora