Capítulo 11

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Era el último día de la sentencia de Singto, Krist estaba allí para recoger a su hombre en la cárcel, esperó con impaciencia mientras lo procesaban.

—Dios, se están demorando tanto. ¿Qué diablos está mal? ¿Porqué son tan lentos?
—preguntó a un oficial que estaba cerca, quien contestó que así era el proceso.

Eventualmente, apareció el guardia que transferiría a su hombre  —Lo siento señor, pero ha habido un incidente.

—¿Qué incidente? —respondió frenéticamente.

Antes de que el hombre pudiera responder, Krist corrió hacia al lado por dónde vino el guardia para ver a Singto, cuando dio la vuelta en la esquina, vio sangre en el suelo, médicos por todas partes, dándole primeros auxilios tratando de revivirlo...

Y luego... nooo... se despertó, sudoroso, agitado, sin aliento —¡Dios mío, Dios mío! —era una pesadilla Krist dio gracias a Dios que nada fue real. Se levantó todo lloroso con las manos temblorosas y rezó para que Singto estuviera a salvo y luego se dio cuenta de que ambos no habían sido buenas personas, que habían hecho cosas no muy gratas y en lugar de ser castigados, se habían recompensado el uno al otro en la cárcel.

Al final, Singto sigue siendo un matón y él seguía siendo un ladrón. Después de una vida de delitos y robos, ¿Vivirían ricos y felices en todo momento? Así no es cómo funcionaba, eso no estaba bien y estaba arrepentido.

Necesitaba que Singto saliera de ese lugar de inmediato, pero la justicia es la justicia, nunca será gratis. Decidió buscar más en su expediente, volvió a mirar los casos en los que Singto era culpable. El chico malo que estaba en prisión por que traumatizó la vida de muchas personas en el pasado. Leer su historial avivó en Krist el mismo miedo que sintió de él la primera noche en la cárcel. Pero se recordó a si mismo a dónde iban y cómo habían cambiado para mejor.

Decidió conocer por su cuenta a las familias cuyas vidas Singto había arruinado, sin revelar la verdadera relación que tenía con él, por supuesto, no habría sido bueno idea.

Habló con ellos durante algunas semanas. Fueron lo suficientemente amables como para encontrarse con él en la prisión. Singto se disculpó sinceramente con ellos y demostró su arrepentimiento, con el dinero que Krist había robado los compensó por los delitos "menores" de su amado, pagando su restitución. El resto del dinero lo guardó a salvo nuevamente, con la intención de eventualmente compensar a todos los que le había robado. Solo quería que estuvieran limpios, seguros y que pudieran dejar la prisión atrás.

Con la restitución pagada, súplicas y llanto a su amigo el juez, Krist lo logró, Singto ya no tuvo que cumplir el resto de los dos años sentencia, era un hombre libre. Todo fue sumamente rápido, estamparon algunas firmas en papeles y en dos días Krist se preparó todo lo demás para su liberación.

Exigió que lo retuvieran a salvo en confinamiento hasta el último momento en que lo recogiera. Llegó a la cárcel y afortunadamente lo encontró vivo, saludable, de dieron un gran abrazo y estuvieron listos para partir juntos.

El viaje a casa fue incómodamente largo, ellos se miraron, sonrieron, bromearon y rieron, tratando de controlarse y ocultar su pasión el uno por el otro hasta que estuvieran a salvo la casa.

Para aumentar la dificultad, el clima era terriblemente frío. Al llegar a casa le preparó una buena cena, algo que hace mucho deseaba hacer, ambos comieron y se besaron de vez en cuando, pero todavía controlándose.

No lo hablaron mucho, pero sabían que querían hacer las cosas bien y ambos resistieron el impulso de agarrarse salvajemente.

Singto esperaba meterse en la ducha con Krist, pero este se negó, primero se duchó y se puso una bata blanca, luego lo llamó.

𝐓𝐫𝐚𝐬 𝐥𝐚𝐬 𝐑𝐞𝐣𝐚𝐬 𝚂𝙺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora