CAPÍTULO XVI

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MÁS MENTIRAS QUE VERDADES:

Durante la siguiente semana, el Amo y yo visitamos la Cabaña cada noche, charlamos algunas horas, con el paso de los días el tiempo se va extendiendo. Ahora son dos tazas completas más una hora, quizá un poco más. Me sigue ofreciendo café, pero ya no es sólo el último trago de la segunda taza, ahora también me ofrece el de la primera, y yo acepto ambos tragos. El café no ha cambiado de sabor, sigue amargo y no puedo decir que me gusta, pero me he acostumbrado a su sabor y estoy cerca de disfrutarlo, eso conseguí cuando dejé de quedarme sólo con lo que creo.

Lo que también ha cambiado, lo más preocupante, es la relación con el Amo, las conversaciones se han alargado, aunque hablamos de lo mismo, las plantaciones y el clima, que no logro encontrar la razón de que esté regresando tan tarde a mi cabaña. Sonrío en más de una ocasión, y el Amo también lo hace, con un poco más de evidencia que las primeras noches. Ya no me siento tan al borde de la cama, y él acerca su silla un poco más.

Esta es la primera noche que logra hacerme reír abiertamente y lo hace porque se cae de la silla, justo después de mi advertencia de que podría suceder, estaba meciéndose despreocupadamente y terminó por irse de espalda. Por suerte había dejado la taza en la mesa. No me rio de inmediato, primero me pongo de pie y me acerco al Amo que yace en el suelo.

-¿Está bien?

-Debí escucharte – me dice frotándose la cabeza y cuando veo que no está herido ni molesto, intento reprimir una sonrisa y debo taparme la boca con ambas manos – Anda, ríete.

De mi boca sale una pequeña risita tímida pero verdadera, es un ruido que me cuesta reconocer, aunque salga de mi propia garganta por lo que lo reprimo de inmediato y trato de serenarme. No me cuesta mucho cuando recuerdo que estoy frente al Amo.

Se incorpora dejando en evidencia que está en perfectas condiciones, con fuerza y agilidad. Se sacude la ropa y levanta la silla, la acomoda de nuevo y parece que nada ha sucedido. Me tomo la libertad de servirle la última taza de café y se la ofrezco como disculpa por mi falta de respeto. Me siento terriblemente culpable por reírme.

-Prefiero cuando te ríes – asegura cuando toma la taza y le da el primer sorbo.

Le sonrío un poco avergonzada pero agradecida de su comentario. Me siento en la cama y me cubro con la manta, ya no la pongo sobre mis piernas, me la pongo como segundo abrigo.

-¿Te ha sucedido? – me pregunta el Amo inclinándose hacia mí - ¿Te has caído? – viene a mi mente la caída más dolorosa y más vergonzosa que he sufrido, cierro los ojos con fuerza y trato de borrar ese recuerdo, pero el Amo no me lo permite - ¿Qué sucedió?

-Me caí con una sandía – es justo que se lo cuente, después de todo yo acabo de presenciar su caída. Comienzo por contarle lo que sucedió aquel día: - Era mi segundo año en la Hacienda y como es de esperar, estábamos cosechando las sandías. Cargaba una muy grande en los brazos, y debía dejarla en la canasta que estaba en una pequeña empinada, así que traté de subir, pero tropecé con una piedra y me fui de bruces con todo y sandía, ambas, la sandía y yo, rodamos colina abajo. Tuve suerte de que la fruta terminara intacta, pero mis rodillas no –

Después de tantos años, por fin puedo reírme de esa caída, al principio estaba tan asustada de mi error que ni siquiera pensaba en lo gracioso que había sido.

El Amo me escucha atentamente, tiene el semblante completamente relajado, sus ojos azul tormenta me miran con curiosidad y no hay amenaza en ellos, su piel ya no está tan bronceaba como durante en el verano, las arrugas alrededor de sus ojos parecen más suavizadas, su barba está recortada perfectamente y noto que ha recortado su cabellera rubia, su mentón no está tenso y su respiración es regular y espaciosa. Creo que es la primera vez que lo noto de esa forma, con la guardia tan baja. Me tomo unos segundos para verlo realmente, es un hombre que pasa de los treinta años y su rostro lo refleja perfectamente, ya no es ningún joven. Tiene un semblante maduro, algunos surcos en su piel y una voz profunda, es más de una década mayor. Soy apenas una jovencita y me pregunto si él está consciente de esa importante diferencia. Me intriga la forma en la que él debe verme, ¿cómo luzco ante sus ojos?, es mejor no saberlo, sería mucho mejor si no importara.

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⏰ Última actualización: Oct 09, 2021 ⏰

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