CAPÍTULO VI

23 3 0
                                    


LA CASA GRANDE:

Pasa una hasta que vuelvo a ver a Fermonn, el pobre hombre tiene el rostro hinchado, vendas por todos lados y cojea terriblemente, debe ser una tortura caminar. Aun así, se le ve de un lado a otro llevando un palo que le sirve como bastón, intentando saldar su cuenta con el Amo. Sus heridas están sanando, pero su semblante luce tan derrotado que parece más viejo y cansado, como si fueran semanas las que le quedaran de vida. Nunca se recompuso de la pérdida de Debra, y siempre sospeché que aquella noche, cuando lo atacaron, él ya esperaba su muerte. Quería ser libre, Fermonn hubiera elegido morir, pero el destino lo guardaba para ayudarme a mí, no sé si fue justo, pero siempre se lo agradecí.

Esa semana fue bastante difícil, las pesadillas me despertaban en medio de la noche y tenía que taparme la boca para no gritar, estaba bañada en sudor frío y temblando, ni siquiera podía controlar lágrimas escurridizas que escapaban de mis ojos y que empapaban las mejillas, el corazón me latía con tanta fuerza y tan acelerado como si hubiera atravesado la Hacienda entera corriendo. Mi mente seguía recordando aquel momento, seguía martillando mi cabeza con ese espantoso recuerdo, torturándome hasta que amanecía, entonces la luz del sol se llevaba las pesadillas.

Le temí a la oscuridad, cualquier ruido me sobresaltaba y siempre veía sobre la espalda, algunas veces me quedaba sumergida en mis pensamientos y dejaba de trabajar o de comer hasta que alguien me sacaba de mi ensimismamiento, pero después de todo, sobreviví. Mientras estaba despierta me obligaba a pensar en otra cosa, en cualquiera. La cantidad de cosas que pensé en esa semana se concentraba estrictamente en las plantaciones, no había visto ni experimentado muchas cosas, no podía pensar en muchas cosas. Esa es una tortura preferible.

Y la camisa del Amo aún seguía bajo mi falda, la tenía conmigo cada día. No me atrevía a dejarla entre mis pertenencias con el riesgo de que alguna pudiera encontrarla. Tampoco me gustaba reparar sobre el hecho de que iba a todas partes con esa camisa, lo sentía más cerca de lo que me gustaba.

Durante la semana de ausencia de Fermonn, alguien más nos vigilaba y encerraba por las noches, era un mozo un par de años mayor que yo. Tenía cierta indecisión que despertaba mi curiosidad, su voz era un susurro y la mayoría del tiempo tartamudeaba cuando hablaba con una de nosotras, sentía su mirada tímida verme con mucha discreción, como si intentara pasar desapercibido. No era la primera persona de mi edad en la Hacienda, pero sí la primera que tenía a uno tan cerca.

Se veía tan perdido para llevar una década, por lo menos, de esclavitud. Era lo opuesto a aquellos hombres que me atacaron, él se veía tan frágil y débil, tímido, esa fue mi primera impresión. Por eso no le temí, no me alejé.

-Se llama Thomas- me informa Selma –Tengo entendido que llegó hace sólo dos semanas. Es un muchacho apuesto, ¿no crees?, aunque comparado contigo, bueno, no es lo suficientemente apuesto, incluso si no cojeara. Debe tener tu edad.

-Luce demasiado aturdido para ser mayor.

-Escuché que su anterior Amo lo vendió después de darle una brutal paliza, lo dejó vivo por poco y apenas lo dejó recuperarse lo suficiente para poder venderlo. Supongo que aún sigue asustado.

Después de escuchar la historia de Thomas, lo observo con más atención. Puedo notar varias cicatrices en el rostro, le falta pelo en la cabeza y parece que no puede mover un brazo, siempre lo lleva pegado a las costillas y ocasionalmente lo soba con cuidado. Es un joven escuálido pero muy alto, siempre tiene la mirada en el suelo, en especial cuando habla, y se asusta de cualquier ruido que suene de improvisto. Es un pobre desgraciado como el resto de nosotros, pero tiene cierto encanto, una sonrisa muy fugaz pero que no deja de ser amable, y tiene una mirada más soñadora de lo permitido para un esclavo. En ocasiones lo veo contemplar el cielo, se queda así hasta que terminamos de asearnos y yo no entiendo qué tanto puede ver, hace años que dejé de ver el cielo con tanto entusiasmo, sin embargo, él se pierde en el firmamento, como si sólo estuviera esperando el momento adecuado para extender las alas y salir volando.

AL NORTE DE TUS OJOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora