LA CABAÑA:
-¿Cuáles son tus sueños? – me pregunta Thomas tomándome de las manos.
-Te dije que no recuerdo qué soñé – pero él ríe con fuerza y niega con la cabeza.
-No me refiero a eso – me siento tonta - ¿Cómo imaginas tu vida?, ¿qué es lo que quieres conseguir? – sus preguntas me confunden, pero intento responderlas como puedo, a Thomas le frustra mi silencio.
-Me gustaría trabajar en la Casa Grande, la cocina no está tan mal y quizá pueda aprender algo de Aliba. Es un trabajo tranquilo y...
-No puedes estar hablando en serio, Charlotte.
-¿Por qué no?, ¿crees que la cocina es un mal lugar?, es más pesado en las plantaciones y peligroso y aunque siempre me ha gustado estar afuera, creo que...
-No, basta – me toma de los hombros con un poco de fuerza. Sus ojos están llenos de incredulidad, como si estuviera diciendo tonterías - ¿Realmente imaginas tu vida metida en una cocina?, ¿eso es lo que quieres?
-Eso es lo único que puedo obtener, Thomas. Tendré suerte si puedo lograrlo – me siento confundida y trato de no ofenderme con su tono de reproche - ¿Qué imaginas tú?
-Yo voy a ser libre – ahora soy yo quien cree que él está diciendo tonterías – No voy a trabajar para ellos toda mi vida. Tendré una casa propia y un pequeño huerto.
-Thomas...- suspiro su nombre con cierta incredulidad.
-Lo voy a lograr, y tú vendrás conmigo – besa mi frente – Sólo necesito un poco más de tiempo.
Ni siquiera puedo decirle nada más porque sale disparado. Supongo que no tiene ganas de escuchar mis objeciones que serán un golpe de realidad, nadie quiere oír lo imposible que pueden ser nuestros sueños, así que entiendo su precipitada marcha. Suena cruel, pero no tomo enserio sus declaraciones, ni siquiera en la que casi promete llevarme con él y honestamente me preocupan sus afirmaciones.
Esta vez Thomas no me ha preguntado nada sobre los últimos días, mi rutina en la cocina. No le he dicho lo que sucedió con el Amo, que nos vimos cada noche durante semanas y que la noche anterior, por primera vez, él no se presentó. Las luces se apagaron hasta la madrugada, pero el Amo no apareció en ningún momento, ni siquiera para pedir café.
Quiero decirle a Thomas, pero quizá eso sea justo lo que no quiere escuchar, la probabilidad de que nos quede poco tiempo juntos y que más que nunca, sus planes se vuelvan imposibles. No me da tiempo a explicárselo, es mejor así. Thomas parece no controlar algunos de sus impulsos.
Con respecto a la ausencia del Amo, no hay otra explicación más que siga profundamente ofendido por mi rechazo, a pesar de que él mismo aseguró que eso no sucedería. A ningún hombre le gusta obtener negativas, no está en su naturaleza y yo le desafié. Se me ocurrió ponerle límites al hombre que es mi Amo, dueño de la Hacienda en la que vivo, dueño de mi tiempo. Pero no de mi cuerpo y me tranquiliza que él lo sepa. Si me toca irme, por lo menos habré conocido un poco de compasión.
-Debe ser muy cansado quedarte todas las noches – me dice Falia cuando el resto termina de arreglar la cocina. La luz en el comedor sigue prendida y se ha convertido en una rutina que yo sea quien se quede.
-En realidad lo único molesto es el frío.
-Mantén el fogón encendido – me recomienda - ¿Ya no te visita ese muchacho?
-No, hace algunas semanas que no lo veo.
-Es una lástima – no le contesto nada más, sé que Aliba está escuchando la conversación y no digo nada que pueda causarme molestias, pero no quiero seguir hablando frente a ella.
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AL NORTE DE TUS OJOS
Teen FictionCharlotte es una esclava en las plantaciones sureñas de América. Trabaja desde los diez años en la Hacienda de un joven amo que intenta controlar las plantaciones a pesar de su edad. Lo que vive en esa hacienda es un secreto que se encierra entre la...