Capítulo 2

308 52 17
                                    

Estaba frente a mi casillero leyendo los mensajes que me había enviado mi hermana diciéndome que al día siguiente iría a la cafetería con su novio. Sonreí porque hacía tiempo que no veía a mi cuñado y le tenía mucho cariño, cuando sentí la presencia de alguien a mi lado y no me sorprendió encontrar a Chase observándome.

—Necesito tu ayuda despeinada—anunció al notar que tenía mi atención.

—No, no voy a ayudarte —me negué, aunque sabía que al final el me convencería y terminaría cediendo. Siempre lo hacía cuando él me pedía un favor.

— ¿Por qué? —cuestionó frunciendo el ceño sin comprender por qué me negaba tan rápido sin siquiera escuchar qué quería.

— ¿Por qué mentiste esta mañana? —pregunté en lugar de responder— Cuando dijiste que no había autobus —expliqué al ver en su rostro que no entendía a lo que me refería.

— ¿De verdad te lo creíste? Pensé que sabías que era mentira.

—Estás mintiendo de nuevo —afirmé señalándolo con el dedo y sin poder creer la naturalidad con la que lo hacía. Él sonrió fingiendo inocencia, como cuando un niño pequeño es atrapado haciendo una travesura.

—Tenés razón, lo hice a propósito, pero es porque no entiendo por qué tomás el autobús todas las mañanas si no te gusta hacerlo y yo podría traerte.

—No, no quiero molestar a Austin, él no tiene la culpa de que su amigo sea tan molesto.

—No, estaba hablando de buscarte yo. Hoy me trajo él porque mi auto se rompió el viernes, pero va a estar arreglado para esta tarde. Te propongo algo, si vos me ayudas, yo te busco en tu casa todos los días —propuso con una sonrisa.

—A las nueve en punto —condicioné.

— ¿Por qué tan temprano? Las clases empiezan recién a las nueve y media —rezongó.

—Sí, pero a mí me gustaría llegar a esa hora y poder estudiar. Si no querés levantarte más temprano, entonces vas a tener que buscar otra persona que te ayude —dije encogiéndome de hombros pero sin poder ocultar la sonrisa porque sabía que él aceptaría. Quería que llegáramos más temprano porque él siempre llegaba tarde por quedarse dormido y ya tenía muchos llamados de atención por parte de los profesores. Él no lo sabía, pero lo estaba ayudando más de lo que creía.

—Está bien —aceptó—. Durante esa media hora que lleguemos más temprano nos podríamos besar en el estacionamiento —ofreció haciéndome poner los ojos en blanco pero continué sonriendo porque sabía que bromeaba. En realidad, si yo aceptaba él lo haría encantado, pero en ese momento solo lo decía para molestarme.

—Entonces, ¿en que necesitas ayuda? —pregunté cerrando mi casillero y apoyando la espalda en este.

—Aceptaste sin saber que quería despeinada, podría pedirte cualquier cosa ahora —señaló con una sonrisa traviesa que me hizo alzar las cejas y por un segundo me pregunte, si yo aceptara lo que sea, ¿Qué me pediría Chase?

A unos metros de nosotros había un grupo de chicas que no quitaban sus ojos de él. No las culpaba, Chase era muy atractivo, divertido y también era popular. Él y sus amigos habían logrado que el equipo de futbol americano se mantuviera invicto por los últimos dos años, desde que ellos eran titulares.

Por un segundo me pregunté si lo que hacía que Chase gustara tanto de mí, era que yo era la única chica del instituto que no caía rendida a sus pies con una sonrisa, pero antes de que mi mente continuara por ese camino de pensamientos, él habló: —Necesito ayuda en biología. El profesor me odia y está enojado porque no entregué las últimas dos tareas. Si esta materia arruina mi promedio, me pueden sacar la titularidad del equipo —explicó.

— ¿No entregaste los últimos dos trabajos? ¿Las clases comenzaron hace menos de un mes y ya estas atrasado? —cuestioné sin poder creerlo.

—Sí, no me gusta biología, pero tengo que mejorar y como vos dijiste ya estoy atrasado. No entiendo nada —dijo con frustración haciéndome sonreír de ternura. Nunca lo había visto así de molesto por algo. Seguramente por dentro se sentía estresado porque no solo si desaprobaba no podría jugar todos los viernes el deporte que amaba, sino que eso afectaría su admisión en las universidades.

—No te preocupes, yo te voy a ayudar —aseguré con una mano en su hombro y una sonrisa dulce—. Pero me tenés que prometer que vas a estudiar.

—Lo prometo despeinada —aceptó sonriéndome de vuelta y fui consciente de lo cerca que estábamos y de que podía sentir el aroma de su perfume que tanto me gustaba. Mi corazón se aceleró ante el apodo. No sabría decir el momento exacto en que esa palabra me dejó de hacer enojar y comenzó a hacerme sentir nerviosa.

"— ¿Querés que sellemos el trato con un beso? —preguntó, a lo que yo lo miré mal y él me sonrió juguetón sabiendo que esa sería mi reacción. Nunca entendería por qué le gustaba tanto molestarme, y por un segundo me pregunté qué haría él si yo aceptara— Es broma, te dejo tranquila.

Cuando pensé que de verdad me dejaría tranquila, se acercó y besó mi mejilla antes de irse. Lo había hecho con tanta naturalidad que se podría creer que siempre lo hacía, pero nunca antes lo había hecho, y mi corazón desbocado y mi mente viajando a mil por segundo lo sabían perfectamente.

Fragmentos de un corazón roto | REANUDADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora