Capítulo 10

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A la mañana siguiente, en cuanto crucé la puerta de mi casa, pude ver el auto de Chase estacionado esperándome, y no pude evitar sonreír como una tonta sintiendo que mi día comenzaba excelente.

Subí al auto y él me devolvió la sonrisa antes de pasarme al pequeño cachorro que tenía en brazos, él mismo que yo le había regalado a su hermana.

—Hola mi amor —saludé dándole besos y riendo ante su emoción al reconocerme.

— ¿Por qué a mí nunca me saludas así? —preguntó Chase poniendo en marcha el auto.

—Cuando seas la mitad de adorable que él, te voy a saludar así —aseguré molestándolo— ¿Por qué lo trajiste? ¿Tenés miedo de extrañarlo?

—Ja ja muy graciosa despeinada. Ya te dije que te lo iba a devolver —explicó con seriedad.

— ¿Qué? —cuestioné sin poder contener mi sorpresa porque creí que finalmente le había conseguido un buen hogar a ese pequeño y me decepcionada que no fuera así. Pero todo el temor que sentí se esfumo cuando escuché la risa de Chase.

—Deberías haber visto tu cara despeinada. Parecía que ibas a llorar —se burló haciéndome rodar los ojos.

—Ja ja muy gracioso —susurré imitándolo.

—No te enojes. Lo voy a llevar a la casa de mi abuelo para que lo cuide porque en mi casa no hay nadie y estoy seguro de que si lo dejo solo al volver va a estar todo roto.

—Y no sería su culpa porque los cachorros no tienen que estar solos. Les da ansiedad y por eso rompen cosas.

— ¿Tu perro rompió algo de chiquito? Este me destrozó un almohadón mientras me bañaba esta mañana —relató acariciándolo con fuerza. Entonces, ese era el olor tan rico que había sentido desde que subí al auto.

—Una vez rompió un sillón. Quise retarlo y termine llorando —conté riendo, y esa risa se cortó cuando Chase distraídamente dejó caer la mano con la que acariciaba al cachorro sobre mi pierna. Esa mañana al igual que siempre llevaba la falda del uniforme del instituto y por eso el contacto fue piel con piel, alterándome aún más.

El corazón se me aceleró tanto que temía que el también pudiera escucharlo. Tragué saliva sintiendo que las manos me sudaban e intentaba distraerme acariciando al cachorro pero todo lo que podía pensar era en los dedos de Chase sobre la piel de mi muslo. ¡Y él parecía tan normal! Como si no le afectara en absoluto.

Estacionó frente a la casa de su abuelo y justo antes de bajar, le dio un apretón a mi pierna que hizo que la sangre me recorriera el cuerpo con mayor rapidez y esa sensación era tan nueva para mí que por un segundo me asusté.

Intenté fingir normalidad al descender y cuando Chase tomó al cachorro en sus propios brazos, volví a sentirme alterada porque sus dedos acariciaron mi piel. ¿Qué me pasaba ese día? ¿Era yo o él también sentía esa sensación eléctrica al tocarme?

Caminamos a la puerta en silencio y yo toqué el timbre. Segundos después, Agnes nos recibió con una sonrisa, emocionada de finalmente conocer al nuevo integrante de la familia.

—Pase. Tu abuelo se está afeitando, no tarda en bajar —explico observándonos por unos largos segundos—... Son tan lindos juntos —comentó antes de caminar hasta la cocina con el cachorro en brazos. Ella no notó mi sonrojo pero supe que Chase lo había hecho cuando me miró con una sonrisa divertida.

— ¡Ahí está mi persona favorita! —exclamo el señor Robert al aparecer y aunque pensamos que hablaba de su nieto, primero se acercó y me abrazó a mi haciéndome reír.

—Eso no es justo. Es obvio que ella va a ser tu favorita si siempre está ayudándote a limpiar las pulgas en tu clínica, peor yo soy tu nieto.

—A vos también te quiero pero no me des sermones porque ella también es tu persona favorita —aseguró el señor Robert saludándolo y yendo a la cocina con su esposa. Por segunda vez en el día me sonrojé y Chase se rió de mí.

— ¿Quieren quedarse a tomar té? —ofreció Agnes preparando unas tazas para ella y su esposo.

—No abuela, se nos hace tarde para la escuela —los saludamos, nos despedimos del cachorro que parecía muy entretenido inspeccionando aquel lugar desconocido, y nos fuimos.

Justo cuando estaba por abrir la puerta del auto, Chase me sorprendió haciéndome girar. Se acercó tanto a mí que mi espalda quedó contra el auto y su cuerpo contra el mío.

Su aliento acarició mi rostro cuando mirándome a los ojos susurró: —Tiene razón, también sos mi persona favorita.

Luego de esas palabras que primero detuvieron mi corazón para después hacerlo latir a toda velocidad, besó la comisura de mi boca y rodeo el auto para subirse con total normalidad, como si nada hubiese pasado. Como si no hubiese jugado con mi corazón, mi respiración y las reacciones de mi cuerpo segundos atrás. Y al igual que el parecía haberlo olvidado tan solo segundos después de haber ocurrido, yo no pude dejar de pensar en sus palabras y en cómo se sintió su beso.

Fragmentos de un corazón roto | REANUDADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora