EL BOSQUE

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Las gotas de lluvia caían levemente humedeciendo los alrededores, el olor a tierra mojada siempre le recordaba a su antiguo hogar; él había crecido en aquellos bosques junto a sus hermanos.

Los pinos siempre calmos, se movían sutilmente por el viento, hablaban tranquilos y felices repitiéndole que ha de tener cuidado con las criaturas que no se alegrarían de que sus tierras fuera invadida.

Conocía aquel lugar como la palma de su mano, cada pequeña hoja, cada roca y árbol, grabados en su memoria. Recuerdos amargos y dulces regresaban, aunque él solo tenía un motivo especial por el cual había regresado. No fue la nostalgia o la añoranza, o no en su mayoría.

Era una fecha especial, un día como aquel, en una noche tranquila los cazadores los habían encontrado, tomándolos desprevenidos; nunca lo olvidaría. Las quemaduras aun las tenía presentes, todavía podía sentir el dolor, su vista totalmente nublada por lágrimas y el humo que desprendía el fuego que consumía lo que alguna vez llamo hogar; su tutora intentando protegerlos, dejando atrás a su hermano y amigos.

"Culpable" era lo que se repetía todo el tiempo, Nazviet se había sacrificado por él, lo salvo de morir quemado o asfixiado, lo que sucediera primero.

Escapar fue lo más doloroso, apenas era un niño de siete años con gemelos aún más jóvenes junto a él que lloraban asustados porque hombres malos los querían atrapar, el grito que les lanzo su tutora — quien fue lo más parecido a una madre que tuvieron — todavía resonaba en sus oídos.

¡huyan!

Eso de que servía, intento ayudarla para poder escapar los cuatro, pero, ¿Qué podía hacer? El olor a sangre y cuerpos quemados era asfixiante. Tenía que encontrar un sitio seguro para sus hermanos, el pueblo no era una opción y el bosque de noche era peligroso, criaturas lo habitaban; apenas si pudo reaccionar cuando una bala paso demasiado cerca; ya no había tiempo, sin pensarlo se llevó a sus dos hermanos, uno en la espalda como podía y otro sujetado del brazo.

Corrió como nunca es su vida, corrió lo más rápido que sus pies le permitieron, no le importaba, las piedras y ramas le lastimaban, su visión estaba nublada solo por lágrimas, tenía miedo, mucho miedo, parecía una pesadilla tan solo hace unas horas todos se estaban preparando para dormir listos para que les contaran un cuento.

Pero ellos eran más rápidos, veloces, agiles ¿Cuántas veces no habían perseguido a una presa traviesa? Odiaba tenerlo presente.

La prioridad eran sus hermanos, debía encontrar un refugio; su tío le dijo que si se encontraba en una situación similar debía esconderse y ser lo más callados posible y esperar a que ellos llegaran; tenía sus dudas ¿Cómo sabrían dónde estaban?

Un hueco, un hueco debajo del árbol, ¡eso era! El lugar secreto de Alem cuando se enojaba con papá, era una buena señal significaba que lograron alejase suficiente del campo de fuego, ese escondite era muy difícil de encontrar. El viento estaba a su favor, ocultaba su olor, las huellas en la tierra no se diferenciaban, de algo sirvió las pocas clases que le había dado Alfons.

— Hermano, hermano, ¡Riviet! — La voz de Alem le había sacado de su trance.

— ¿Hum? — se volteó para visualizar mejor a su hermano sobre su espalda intentando ocultar lo mejor que pudo su rota voz, no podía flaquear, ahora él estaba a cargo y debía ser fuerte. — ¿Que pasa Alem? No tengas miedo, vamos, veme, no te preocupes pronto estaremos a salvo solo necesitamos un lugar para dormir. ¿Recuerdas tu escondite? Crees que Ale y tú puedan caber ahí.

— Mmm... Eso creo, solo si no nos movemos mucho, pero ¿Y tú?

— Yo ya tengo donde quedarme tu so — se escuchó un disparo demasiado cerca, los encontraron. — Ale, Alem, véanme, su hermano mayor va a tener que resolver algunos problemas no se preocupen, intentare volver lo más rápido posible, pero hasta entonces prométanme algo.

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