SUEÑOS

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Un trueno lejano,

el cielo nublado,

en caso de que llueva, 

¿te quedarás a mi lado?


Un trueno lejano, 

el cielo nublado, 

aunque no llueva,

me quedaré a tu lado.



Las gotas de lluvia caían suavemente empapando el campo, aquellas gotas ácidas que lastimaban todo lo que tocaba, llevándose consigo las cenizas de los habitantes de lo que alguna vez fue una ciudad prometedora. Las nubes grises evitaban que los rayos del sol se dieran paso. Poco a poco perdía conciencia de lo que pasaba a su alrededor; de los gritos y súplicas, el dolor intenso, las pocas esperanzas de ver a sus pequeños, todo iba desapareciendo conforme los segundos pasaban. Sus extremidades no respondían, respirar quemaba y un americano sonreía victorioso.

En la distancia lo observaba mofándose de su patética apariencia, su cara de arrogancia y orgullo nadie podría borrarla, había demostrado lo superior que era con sus sucios juegos y trampas, no podía evitar sentir lastima de los desgraciados que deberían soportarlo, pues a él ya no le quedaría tiempo.

Un grito en específico logró que volviera a abrir sus ojos desesperado; sus hijos, ese cerdo asqueroso tenia a sus hijos, Japón intentaba morderlo y su hermana forcejeaba para poder escapar. Con una fuerza sobre humana intentó volver a levantarse, cayendo al fango, llenándose con lodo como un vil animal. Escuchó la risa victoriosa de su adversario interrumpida abruptamente por un grito de dolor. Su hijo, Japón, logró soltarse del agarre para poder socorrerle, fallando en el intento por ser capturado en mitad de su carrera por un soldado americano que, junto con su hermana, les llevaron fuera de su vista.

Poco a poco el estadounidense se daba paso entre las ruinas de la ciudad para llegar a su viejo enemigo. Sería doloroso perder a un adversario como el Imperio. Aceptaba que su respeto hacia él era considerable, pero cometió la estupidez de meterse con él y alguien debía pagar las consecuencias.

—Mis... hijos no ti-tienen nada que ver con esto América, déjalos ir —le gruñó el japonés.

—No deberías gastar tus fuerzas en discutir Imperio, esto ya se terminó y ellos deben venir conmigo— le respondió en forma calmada a su enemigo.

—P-porfavor —balbuceó—, n-no dejes que... —con dificultad prosigió—...ellos son solo niños... America.

—Es extraño de tu parte verte suplicar, supongo que son demasiado valiosos para ti, yo les entregare tu mensaje solo debes decirmelo —con calma cambio el tema, él mejor que nadie sabia que era ser un niño en guerra esperando un padre que jamas volvería, el japones negó con la cabeza, aunque deseara despedirse no tenia el valor suficiente de ver de frente a sus pequeños para decirles que habia fallado, que le habian derrotado, que ya no existia un rincon en esas tierras que fuera suyo—. Como desees —el americano tomo su pistola y quitando el seguro apunto directo a su frente, detuvo su respiración y con un ruido sordo la bala salio disparada encontrando a su debil objetivo, llenando todo con sangre que se mezclo poco a poco con el lodo.

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