Capítulo 8.

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Mientras yo hablo con Noah, mi abuela espera en el sofá a que mi padre llame para darnos información de mamá. Ha pasado un día y seguimos sin saber como va por allí. No he vuelto a ir porque mi hermano prácticamente me prohíbe salir de mi casa. O más bien no quiere que lo haga. Es una buena excusa para no ir al hospital y ver a mi madre en esa situación.

Dani me ha preguntado por ella un par de veces y no deja de preocuparse por nosotros desde Dublín. Los demás también preguntan a veces por el grupo, pero nada más. Lo prefiero así. Sin agobios. Noah no para de recordarme la conversación que tuvo anoche con Dani y yo sonrío cada vez que lo escucho hablar. Me alivia saber que se han caído bien.

—Acuérdate que, si me quedo durmiendo, tienes que despertarme. En cinco minutos.

Escucho decir a Noah. Alzo la cabeza y me observa sonriendo.

—¿Por qué?

Finge molestarse y sigue con su juego de fútbol. Me ignora, así que no le doy importancia. Tampoco sé el motivo por el que querría despertarse con lo que le gusta dormir.

Me acerco al sofá donde está mi abuela y me siento a su lado. No dice nada. Solamente mantiene la mirada fija en el móvil, esperando que suene. Le abrazo y apoyo mi cabeza en su hombro, mirándola de reojo. Parece verdaderamente preocupada y eso hace que mis nervios aumenten por minutos.

—Abu, va a ir todo bien, solo le tienen que dar el alta —le digo, preocupada. No parece muy convencida porque me mira y después sigue con su vista fija en el aparato.

—¿Mañana vas a volver a la universidad, cariño? —asiento—. Va a ser la primera vez que estemos sin ti.

—¿Qué estás diciendo, abu?

Aleja la mirada del teléfono y se incorpora, mirándome extrañada y divertida.

—Irte tan lejos del pueblo te está afectando.

—¡Iris!

Oigo a mi hermano llamarme mientras lo veo correr hacia mí. Justo en ese momento mi móvil empieza a sonar. Sacudo la cabeza, intentando escabullirme del escándalo que provocan los gritos y el sonido del teléfono. Cuando veo la hora es cuando caigo en lo que Noah y mi abuela estaban intentando decirme.

El nombre de Dani se refleja en la pantalla. Frunzo el ceño e inconscientemente sonrío, descolgando.

—¡Feliz cumpleaños, Potter!

—¡Feliz cumpleaños, Iris!

Dicen Noah y Dani a la vez. Sonrío. Sonrío mucho. Podría acostumbrarme a esta sensación siempre. Absolutamente siempre. Sin dudar.

Dudo en si contestarle a Noah, a Dani o girarme a mi abuela para ver que hace, aunque posiblemente esté muy ocupada observándome sin entender quien me ha llamado. Cuando lo hago, está sonriendo.

—¿Es ese tal Dani? —asiento, dudosa—. Parece buen chico.

—Lo es —gesticulo.

Cojo a mi hermano de la mano y lo subo a una habitación. Una vez allí, pongo el altavoz y empiezo a hablar.

—Muchas gracias, chicos.

—Te he hecho un regalo, pero sin mamá no puedo dártelo —dice, apenado.

—No pasa nada, cariño. Puedes dármelo luego, ¿vale?

Asiente, convencido. Se baja de la cama y se despide de Dani, dejándome en la llamada con él. Ninguno de los dos dice algo. Ese silencio que se vuelve calmado, tranquilo y cómodo... Ese silencio es uno de los mejores momentos. Cuando sin decir nada, compartimos todo.

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