El sonido del despertador suena por toda mi habitación. Gruño tapándome los oídos con la almohada y a trompicones, consigo apagar el maldito cacharro. La cabeza me duele demasiado y ayer no bebí tanto como para que hoy quiera explotarme. Me muevo entre las sábanas y después de unos minutos, estiro la mano y cojo el teléfono.
Clara: Llámame, por favor.
Ignoro su mensaje y leo alguno que otro, pero cuando me quiero dar cuenta la estoy buscando en mis contactos. Creo que llamarla es una locura, pero, aun así, necesito hacerlo para saber que quiere.
Pongo el altavoz mientras me muevo por la habitación, nerviosa. Debería ignorarla, o tratar de no hacerle tanto caso, pero es imposible hacerlo. No sé porqué algo me acerca a ella, como si fuese un imán.
—Hola —se limita a decir.
—Hola.
El silencio invade la línea. Me siento en la cama y espero a que siga hablando. ¿Era ella la que quería decirme algo? Pues que sea ella la que hable primero.
Clara 0 Iris 1.
—Quería hablar contigo —dice pasados unos segundos—. Feliz cumpleaños, aunque ya no sea cuatro.
—Gracias —intento ser amable.
—¿Puedes hablar o te estoy molestando?
Me estás molestando, pero no hay nadie que me despegue del teléfono en estos instantes.
—Puedo hablar.
—Lo siento por todo, ¿vale?
Espero unos segundos para que siga explicándose, pero cuando van pasando me doy cuenta de que es todo lo que tiene que decir. Ni siquiera es capaz de hablar extendidamente de sus errores.
—¿Por qué ahora?
—Porque ayer me di cuenta de que fue el primer cumpleaños que no pasamos juntas. Fue mi culpa, lo admito y lo siento, Iris. No quiero que sigamos enfadadas.
Empiezo a dar vueltas por la habitación, tocándome el pelo en cada paso.
—No puedo olvidar de un día para otro. Me mentiste a mí, me hiciste parecer la mala de la película entre nosotras dos y también fuiste a mi madre, convenciéndola de que yo era lo peor que te había pasado —suelto sin pensar.
Suelto todo el aire de los pulmones y sigo diciéndole:
—Te he querido mucho, Clara. Más de lo que quizá lo haga con alguna persona, pero no puedo, ni podemos —enfatizo—, fingir que todo eso no ha pasado. Dame algo de tiempo.
—¿Eres feliz allí? —pregunta, seria.
Y algo dentro de mí, me dice que está siendo sincera. Que quiere saber de verdad si aquí estoy bien y feliz. Sonrío, nostálgica, porque esta amistad podría haber acabado bien de muchas maneras, pero decidimos la más cruel. Por lo menos, de momento.
—Sí.
—Solo prométeme algo.
—¿El qué?
—Que vas a dejar que te quieran. Que te quieran bien y bonito. No huyas de ellos. No corras, Iris.
Cierro los ojos con fuerza y me obligo a seguir escuchándola. Sus palabras se repiten en mi cabeza varias veces y no tiene pinta de que esos pensamientos se vayan a ir rápido.
—Sabes que no puedo prometerte eso.
—A Ray le costó.
Escuchar su nombre hace que me quede quieta en el sitio sin moverme. Todas y cada una de las imágenes se reproducen en mi cabeza en cámara rápida.
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CONSTELACIONES
Teen FictionQuizá el destino o las casualidades creyeron que lo mejor sería ponerlos en mitad del camino. Quizá ninguno estaba mental, ni sentimentalmente preparado para sentir, llorar y querer. Quizá nunca lleguen a hacerlo. O quizá ya sea demasiado tarde cuan...