Orenji

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Dos chicos se encontraban caminando alegremente por las calles del sitio turístico más ansiado por los turistas en Japón, hablamos Kioto, la ciudad que te teletransporta a un Japón medieval.

— Tenemos que ir a la torre de Kioto, vamos, vamos. Siempre la quise ver de cerca.

El mexicano tomaba la mano de su pareja mientras lo veía con ojos de cachorro, una muy buena manera para poder chantajear a tu pareja.

— Pensé que querías ir a los templos, es lo más famoso aquí.

— Si, pero también debemos ver otras cosas, además no estamos muy lejos, por favor, por favor.

El japonés por fin cedió ante la petición de su pareja, así que se dirigieron al metro de la línea Kioto para poder dirigirse a ese lugar y llegar a la estación principal porque se encontraban lejos de ella y es la manera más rápida de llegar.

Una vez estuvieron en la estación de Kioto salieron de dicha y frente a esta se encontraron con el monumento que el mexicano tanto insistió en ir.

— ¡Es enorme!

El japonés asintió, si mal recordaba tenía que tener unos cien metros de altura, como era de día no estaba prendida pero de noche sabía que brillaba de color naranja y verde.

— Primo, ¿Sabías que la torre de Kioto brilla con esos colores porque está inspirado en los personajes de Boku no hero academia?

— No, pero de todas maneras no veo nada y además suena falso.

— ¡Te lo juro que es verdad, Miguel!

El japonés conocía esas voces a la perfección, pues había cruzado palabras con sus portadores hace poco. El destino es tan curioso, no podía creer que de entre tantos lugares turísticos que existían en Kioto justo tenían que encontrarse con aquella familia, porque obviamente no iban a estar solos.

Su pareja dejo de mirar aquel paisaje frente a él para voltear a ver a Hiro, notó que su mirada estaba en una familia de sus mismos orígenes y lo supo por como hablaban el español, sabía que su pareja el año pasado había viajado a México de vacaciones con su tía, pero poco conocía de aquel viaje más que un chico lo había roto de mil maneras posibles, jugó con sus sentimientos y los depósito en un bote de basura.

Cuando conoció a Hiro, sabía que tenía problemas de alcoholismo que gracias a él había dejado de lado. Incluso tenían un chiste local con sus colores favoritos, al nipón le gustaba el color azul y al latinoamericano le gustaba el color rojo, eran los personajes de anime con aquellos colores de cabello, siempre destinados a estar juntos.

Por la mirada que tenía su pareja, fija y sombría lo supo de inmediato. Eran aquellas personas que tanto lo habían dañado.

— Hiro, si quieres nos vamos.

— Pero, querías venir — dijo el japonés por fin saliendo de su trance.

— ¿Quienes son ellos?

— Son...

— ¡Miren, miren! Es Hiro — ambos escucharon una voz de una señora mayor, eso petrifico al japonés y se notó.

Él dijo que le iba a dar una oportunidad al mexicano de volver a acercarse pero no tan rápido.

Sólo pudo poner una sonrisa forzada y saludar.

Colors III  (Quinto libro) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora