Capítulo V. Una simple apuesta.

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Año 1518, Joseon.

Pabellón de Jade. Zona Oeste del Palacio Real de Changdeokgung. 2do año del reinado del Rey Choi TaeHo, El Grande.





MinTae no entendía absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo. Ni el motivo por el cual se encontraba ahí, en aquella enorme habitación llena de cojines de satin y telas costosas. Ni las razones por las cuales todas sus ropas de diario, -las que había usado desde su ingreso a la cocina real unos meses atrás-, habían sido cambiadas por unas prendas hermosamente decoradas con bordados muy elegantes, y lo habían rociado con aquella agua color rosa y olor aflores usado sólo por las Reinas.

—Asegúrense de recoger cada hebra de su cabello...— le ordenó la Dama Kim a las cuatro mujeres que se encontraban en aquella majestuosa habitación llena de incienso. Arreglandole.

Todas y cada una de ellas, trabajando en silencio absoluto sólo asintieron con la cabeza y se apresuraron con todo lo que hacían. Sus mejillas fueran teñidas con colorete, sus finos labios y sus ojos cubiertos de color.

—Debes verte hermoso...— murmuró una de ellas.

—Siento envidia— agregó otra con un suspiro.

El joven sentado sobre un amplio cojín de satín y vestido con un jeogori rojo y un sokgui blanco de la mejor calidad y bordado, miró a la Dama Kim con una pizca de incertidumbre, lleno de pavor cuando una de las asistentes comenzó a limar sus uñas. Dejándole en claro y haciendo énfasis en que no debía herir a su Mejestad por nada del mundo. En que debía ser amable y atento, y sobre todo, permitirle 'hacer' cuanto quisiera y deseara.

Mientras las otras dos hablaban sobre su buena fortuna y cuan dichoso sería, después de esa bendecida noche. Junto a sus buenos deseos.

MinTae entonces lo supo.

Sabía bien, de antemano, que aquellas prendas y sobre todo, que aquel trato y cuidados no se debían a la amabilidad del hombre que ocupaba el Trono. Así mismo, él estaba consciente de que, el estilo de cada prenda, la forma en que le habían obligado a ducharse frente a la médico real, toda la joyería de jade y la gran cantidad de horquillas platas y rojas, junto a los broches dorados que adornaban su cabello significaban algo en específico.

Un algo que temía aceptar, que estaba pasando porque después de todo el Rey se había opuesto a ello, en el principio. Cuando el "honorable" Ministro Cha lo había obsequiado a su Majestad, hacía ya un año atrás. Por lo que ahora sólo resultaba absurdo y ridículo.

—Dama Kim...— MinTae, se atrevió a llamar a la buena mujer que desde su llegada, había estado a su lado, como un apoyo; explicándole, las reglas del Palacio hasta el cansancio junto a las normas de conducta de la corte con la paciencia y cautela de una madre.

La mujer que lo había acobijado y que ahora, era quien lo estaba preparando, para ser entregado al Rey de Joseon en bandeja de plata, únicamente, para su placer, satisfacción y entretenimiento.

Como se suponía tenía que haber sido desde el principio. Desde el día número uno. El día que se habían conocido uno a uno en la oficina del Rey.

—Estas son las reglas que tu deberás de seguir joven— la Dama Kim habló, seria y firme, ignorando por completo el llamado de MinTae y así mismo, su expresión atemorizada —No hables y no hagas ningún movimiento a menos que el Rey así te lo pida.

—Dama Kim...— el horror de MinTae sólo creció más. Mucho más.

—Mantén siempre una postura que sea respetuosa. Deberás de dirigirte al Rey con los honoríficos adecuados como lo son su 'Mejestad' o 'Mi Señor'. No se te ocurra escapar del lecho o gritar y más importante aún... Asegúrate de hacerlo feliz. Tan feliz, que pida verte de nuevo.

An Arrogant Prince [2min] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora