Capítulo XI. Una pequeña tregua.

836 78 21
                                    

Año 1519, Joseon.

Patio principal del Palacio Real de Changdeokgung. Zona central. 3er año del reinado del Rey Choi TaeHo, El Grande.





—Es un día, hermoso para pasear, ¿no lo cree noble Min?

El chico, asintió, definitivamente lo era. Hacía una tarde de lo más tranquila en el Palacio en diferencia a lo tenso que se vivía fuera de esté y sus murallas, según lo que había escuchado.

Una de las señoritas a su servicio, había dicho a su regreso -una vez el plazo para visitar a su madre había llegado a su final-, que afuera, el miedo era constante. Que cinco nobles habían ya abandonado la Capital para dirigirse hacia las ciudades menos pobladas, porque estas no corrían el riesgo de ser invadidas. Llevándose consigo todas aquellas pertenencias, que eran de fácil transportación, mientras aún podían.

MinTae estaba asustado. Él mejor que nadie a pesar de su edad, conocía todos los estragos y daños que la Guerra podía llegar ocasionar en un pueblo. Y sí, quizá sólo fueran cinco nobles pero nadie les aseguraba que pronto todos los demás también dejarían la ciudad, siguiendo, evidentemente el ejemplo de esos cinco.

—Sí. Lo es…— murmuró. Bajito. Cansado y un tanto abochornado. El verano se ese años, sin dudar, estaba siendo el peor de todos. El calor y la humedad, eran más que insoportables en muchos sentidos.

—Miré sus flores Noble Min…— la Dama Kang se adelantó unos pasos para poder ver más de cerca aquellas lilas, hermosamente florecidas.

Flores que habían ido aumentado su cantidad mes con mes, hasta el punto de llenar casi por completo el jardín favorito de su Majestad. En unos años, posiblemente, tendrían que cortar la mayoría para que no 'inundaran' el Palacio.

MinTae sonrió, enternecido.

Su mar de lilas. El primer obsequió que el Rey le había hecho, sin duda alguna siempre iba a ser su favorito sobre todos los demás.

No importaba que le hubiese dado mil joyas o ropas hechas de las mejores telas. Sirvientes y libros u horquillas. Aquellas lilas eran únicas, y su más grande tesoro.

—Corta algunas para mí— pidió —Seguro que le darán vida a las aposentos del Rey, se las he de llevar más tarde— añadió deseando que su reunión tuviera a lugar lo más pronto posible.

Pues hacía ya dos semana que su Majestad no había podido recibirlo y ciertamente, no tenía pensando exigirle nada, ni que cumpliera con sus visitas, porque no creía tener la autoridad para hacerlo.

No era el consorte del Rey para poder hacerlo, sino un simple concubino 'reemplazable' para el mismo. Por lo que, se conformaba con unas horas a su lado, sólo eso.

La Dama Kang, asintió y rápidamente, señaló sin pudor a uno de los Guardias: —Tú, recoge un ramo para su señoría. Se muy cuidadoso y trata de no maltratar el resto cuando estés en ello.

El señalando asintió, le hizo un ademán a otro de los suyos y ambos comenzaron con ello sin decir palabra alguna, pero siendo sumamente cuidadosos para no maltratar ni las flores que eran cortadas, ni las que se quedaban entre la tierra.

MinTae, los observó y espero pacientemente a que terminarán, acunando el ramo, entre sus manos y lo olio mientras retomaba su paseo por aquel lugar. El joven doncel, arrugo la nariz y paso saliva tensamente, prácticamente al instante. Aquellas flores eran demasiado dulces a su parecer.

Ahí estaba de nuevo esa extraña sensación en su estómago, muy parecida a las náuseas, que desde hacía ya algunas cuántas semanas eran la causa de sus principales, malestares físicos, y una de las tantas 'razones' por las que el Rey había pospuesto, las visitas a sus habitaciones y decidido en su lugar recibir a la Reina en las suyas.

An Arrogant Prince [2min] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora