Capítulo IX. Juegos de Guerra.

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Año 1519, Joseon.

Pabellón del Cerezo, zona central del Palacio Real de Changdeokgung. 3er año del reinado del Rey Choi TaeHo, El Grande.




—¿Desde cuándo?— la Reina, tensó su agarre en la taza de té, que sostenía en sus manos.

Su expresión, lo decía absolutamente todo. No era muy necesario, si quiera indagar en ello.

La Dama de la Corte arrodillada frente a ella bajó la mirada y se encogió en su sitio con un evidente temor ante la más que notable ira en el rostro de la Reina.

Era bien sabido, por todos en el Reino, que la hermosa Monarca tenía un gran temperamento, un tanto impredecible y a su vez, muy fuerte en todos sentidos.

Siempre se había caracterizado por ser una mujer, sumamente orgullosa de su título y nobleza, y muy recelosa del Rey por lo que, durante los últimos años, se había asegurado de que el Soberano no tomará a una concubina o que siquiera volteará a ver a las hermosas y jóvenes Damas del Palacio y donceles.

Por ello, se había esforzado en darle un hijo varón. Un Príncipe Heredero, sano con el cual, tener segura la continuidad de la Dinastía tan rápidamente como el Rey TaeHo había ascendido al Trono.

Un Príncipe, que ahora no era más que un muy triste recuerdo, en la memoria de todo de Joseon y cuya única prueba de su existencia en vida, era una placa en el Santuario Principal del Palacio, y su nombre en el registro.

—Su Majestad, por favor mantengase resignada y guarde la calma, recuerde que su salud últimamente es delicada.

—¿Resignada?— la Reina, en arco una ceja incrédula de estar escuchando una petición como aquella. Su molestia solo aumentó.

—No debería alterarse por algo como esto... Algo tan insignificante. Usted es la Reina y como tal...

—¡Te he preguntado... Desde cuando!— exclamó la poderosa mujer ataviada en ropas de color morado y con el cabello bien recogido y adornado, de acuerdo a su alto estatus con miles de horquillas.

Había estado, tan alejada de los todos los asuntos del Palacio, en los últimos meses, mientras superaba el cruel luto por el deceso de su primogénito que en verdad había estado olvidando lo más importante: el favor del Rey.

—Hace ya casi un año mi señora…— le respondió la Dama. Revelando con ello, el mayor "secreto a voces" que se había estado guardado en el Palacio y bajó el pedido de su Majestad.

La Reina Cha YooRa, amplió sus orbes al oír y desvío la vista tan rápido como comprendió, lo dicho por la Dama que se encontraba arrodillada frente a ella.

Un año.

El Rey, había tomado a un concubino, desde hacía ya un año y ella apenas se venía enterando de ese maldito hecho.

Su sangre hirvio en rabia pura tan solo unos segundos después siendo más que consciente de lo que podría significar el que el Rey llevase ya un año durmiendo con un concubino.

—¿Quién es?— exigió saber.

Su Dama se encogió más en su sitio sin ser capaz de mirar a la Reina a la cara. No quería ser ella quien revelará dicho secreto, aunque sabía que callarse todo simplemente no era opción.

—El joven doncel de la cocina... Aquel jovencito que el Ministro Cha, trajó al Palacio, hace dos primaveras. MinTae, mi Señora— respondió.

An Arrogant Prince [2min] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora