Capítulo XIV. Pequeños cambios.

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Año 1519, Joseon.

Pabellón del Loto Blanco, zona norte del Palacio Real de Changdeokgung. 3er año del reinado del Rey Choi TaeHo, El Grande.



—No tengo hambre— anunció MinTae, observando con cierta renuencia, la bandeja de alimentos que acababa de ser colocada delante suyo y acto seguido, la empujó de forma suave, pero con notoria indecisión —Por favor lléveselo de vuelta.

La Dama Gong, su recién nombrada Dama Principal, suspiro con notoria pesadez, se sentó de golpe al frente suyo y sin aviso alguno, saco una cucharilla larga, -la cual había tenido escondida en sus ropas-, y la metió en el cuenco dorado lleno de arroz.

MinTae la observó confundido y sin poder evitarlo, le pregunto: —¿Qué se supone que hace?

—Noble Min, por favor, mire esto… Es de plata, si existe algo malo con la comida, esta se tinta— le aseguro la mujer y acto seguido saco la cuchara del arroz, para mostrársela —Lo ve… Todo está en orden. Puede comer sin preocupación alguna.

Min escaneo el metal plateado de la cuchara, impune e intacto como desde el principio, pero no comió nada. No importaba que no tenía la valentía suficiente para darle bocado alguno a los platillos, a pesar de que cada uno olía y se veía delicioso.

—Solo probó con el arroz— le acuso. La Dama Gong asintió con la cabeza, dándole la razón sobre ese hecho.

—Puedo comprobar el resto de los platillos o si lo prefiere, puedo mandar a traer a un catador para que compruebe…

—¿Y permitir qué un inocente muera envenenado en mi lugar de nuevo?— MinTae le interrumpió, indignado —No. Eso no, ya ha sido suficiente con la señorita Jung, la Dama Kang y el resto de ellas— zanjo.

—Noble Min, comprendo cómo se siente, pero le pido que sea razonable y coma aunque sea un poco, por favor.

—Dije que no tengo hambre— insistió el chico porque, aunque no quería ser mal educado o grosero con nadie, -aún menos con la mujer que había servido al Rey desde que era un niño y que, este mismo había enviado a cuidarle-, el miedo y la paranoia que tenía, eran bastante más grandes, como para poder dejar estos dos completamente de lado.

—Escúcheme Noble Min— Gong sin perder la paciencia, comenzó a revisar cada platillo con la cuchara de plata, sin el permiso y ante la mirada expectante del doncel —Su Majestad en persona, me ordenó de manera explícita, que le cuidara y mucho me temo, que no está siendo cooperativo.

—Es que no puedo hacerlo— MinTae enterró sus dedos entre las frazadas y fijo sus orbes nuevamente en la bandeja de comida —La sola idea de saber que la Dama Kang y los demás, están luchando por su vida, me es insoportable.

—Lo sé, pero ni si quiera debería de estar pensando en ello y solo debe de concentrarse únicamente en descansar y cuidar de su salud, mi señor.

El chico resoplo y negó con la cabeza en total desacuerdo con la Dama Gong. ¿Cómo podría descansar y cuidar de su salud, dadas las circunstancias? Las averiguaciones no parecían estar dando respuestas. La Dama Kang, se encontraba aun en el ala médica; los Guardias, eunucos y los sirvientes, todos aquellos con quienes había estado conviviendo durante casi dos largos años, se hallaban en los calabozos del Palacio, como los principales sospechosos y por ello siendo interrogados exhaustivamente.

—No puedo hacer eso— reitero el doncel, sin dar su brazo a torcer —Cuando todos están pasándola mal, quedarse quieto, ¿no es acaso absurdo?

—Probablemente lo sea mi señor, pero debe de ser consciente de que el culpable no ha sido encontrado todavía— le recordó la Dama Gong y rápidamente añadió —Tampoco puede hacer mucho al respecto en este momento, esto es solo cuestión de tiempo.

An Arrogant Prince [2min] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora