Promise rings

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N.A: Incluso si es del Flufftober, fue demasiado cursi.

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Akaashi estaba abrumado por la creciente montaña de bolsas que intentaba estabilizar entre sus brazos; apenas dejándole ver el camino para no tropezarse. Bokuto, por supuesto, se había adelantado, observando maravillado la decorada bahía en busca de una nueva estación de juegos que asaltar.

Había sido idea suya ir a la feria. Fue como si le dijera a Bokuto que las navidades se habían adelantado este año y durarían 12 meses. El chico lo recogió tan temprano  que lo interrumpió mientras hacía el desayuno y el café casi se le quema. En cuanto llegaron se dispuso a recorrer todo el lugar al menos tres veces antes de decidir qué hacer primero, señalando con encarecidos ademanes hasta los carteles de señalización. Los pies de Akaashi ya estaban resintiendo el esfuerzo cuando Bokuto finalmente encontró su pasión: los juegos. Era especialmente bueno para ellos, y aunque Akaashi sabía que estaban diseñados para que los clientes perdieran, Bokuto ganaba en cada estación en la que participaba. Ahora además de sus pies, los brazos le pesaban. Juntos, los peluches de felpa parecían de plomo, pero no dijo nada. Bokuto se veía tan feliz que cuando extendía un nuevo premio hacia él su energía era renovada.

Eran demasiados puestos, globos y color para no mirarlos con el cándido vigor que Bokuto les profesaba. El bullicio solo ayudaba a acrecentar su entusiasmo, siendo atraído cual imán a cada premio exhibido que captara su visión. Llegaron a la zona menos concurrida de la bahía y lo vieron: un enorme búho de felpa colgado de la vitrina, esperando a que fueran a reclamarlo. Akaashi se le quedo viendo y eso fue señal suficiente para que Bokuto se abalanzara hacia el encargado y le comprara una oportunidad.

El encargado le cedió diez pelotas de golf que debía lanzar hacia unos vasos alejados a pocos metros de distancia, pegados a la pared y en un ángulo ligeramente inclinado. Las erro todas. Cuando Akaashi se acercó al puesto ya Bokuto estaba comprando otra ronda de pelotas, la expresión ardiendo en competitividad. Apoyo las bolsas en el suelo, aprovechando el intervalo de descanso.

Bokuto libero un gruñido de frustración cuando la última pelota choco con la esquina de un vaso y reboto disparada hacia afuera. Compró otras diez; eso ya era personal. Akaashi se adelantó y compro también una ronda para él. Se miraron de reojo y asintieron, entendiendo el reto implícito. Bokuto fue primero, motivado por el desafío de Akaashi. Logro encestar dos pelotas y alzo los brazos al aire, victorioso. Su celebración fue interceptada por el turno de Akaashi, quien encestó las pelotas magistralmente una tras otra. Cuando logro las diez, lo encaro, una sonrisa bailando en sus labios. Bokuto lo miró impresionado.

– ¡No es justo! – Exclamo – ¡Eres un setter! ¡Tienes ventaja!

El encargado le facilitó a Akaashi el búho de felpa, que de cerca era más grande de lo que parecía al principio. También era muy suave. A Bokuto le tocó una caja sorpresa envuelta en papel amarillo. Por primera vez su compañero se percató de la cantidad de bolsas que habían acumulado y con el brazo izquierdo levantó la mitad, sin atisbo de esfuerzo. Akaashi bufo y tomo la otra mitad. Se dio cuenta que su compañero no dejaba de mirar al búho.

– ¿Lo quieres? – Le pregunto Akaashi. Bokuto se sobresaltó.

– ¡No! Es...es tuyo. – A su tono poco convincente le sumo un puchero – Tú lo ganaste.

– Bokuto-san, tú me diste todo lo que ganaste. – Razono, enternecido – De verdad, quédatelo.

Bokuto no respondió. Jugueteo con la caja entre sus dedos.

– ¿Qué tal esto? Intercambiemos premios. – Alzo al peluche – Yo te doy el búho, tú me das la caja.

– Ni siquiera sabes que es – Objetó, sacudiendo el recipiente cerca de su oreja.

– Averigüémoslo.

Le paso a Bokuto el peluche y el sostuvo la caja un momento antes de rasgar la envoltura. Por dentro era negra, y al abrirla se encontró con dos aros de plástico color metálico. Las sostuvo en alto para que Bokuto las viera.

– ¿Anillos? – Miró los accesorios con curiosidad.

– Parecen anillos de promesa.

– ¿Promesa? – Repitió – ¿Qué tipo de promesa?

– De cualquier tipo, supongo. – Volvió a dejar las bolsas en el suelo. Supuso que estarían ahí un rato – Castidad, fidelidad, no comer carne...

– ¡Necesito las proteínas de la carne! – Interrumpió, horrorizado

– Descartado, entonces – Akaashi lo miro – ¿Qué sugieres?

Siguieron discutiendo las diferentes promesas que podían hacerse por un rato, parados en medio de la bahía. El ambiente salado lo ponía de buen humor. Bokuto igualmente bajó sus bolsas, ocupando sus manos en admirar los anillos desde distintas perspectivas en busca de inspiración. Estaban colocadas de cara directa al sol cuando le llego la iluminación, literal y figurativamente. 

– ¿Qué tal si te prometo ser el mejor novio del mundo?

Akaashi quiso decirle que eso sería exagerado. Por suerte, la lengua se le había trabado al procesar que Bokuto se había referido a sí mismo como su novio. No lo habían discutido, pero resultaba obvio. Se habían declarado, se habían besado, y ahora estaban en medio de una cita. Bokuto lo miraba, esperando su aprobación. Akaashi hizo un esfuerzo sobrehumano para no tartamudear.

– ¿También debo prometer lo mismo? – Murmuro al fin.

– No es necesario. – Bokuto deslizo el anillo por su dedo índice. – Ya lo eres.

Flufftober - Haikyuu! (Bokuaka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora