capítulo 6.

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Finalmente, luego de mucho tiempo lograron convencer a los hombres de que sus roles como Dioses de la Vida ya habían acabado, de modo que ahora tendrían que descansar durante su estadía allí.

Ochako puede haber jurado que vió un diablito en el hombro de Mirio cuando él dijo que ellos se quedarían con ella, más específicamente en su departamento.

No es que se oponga, sino que apenas si tenía una habitación para el baño y otra para dormir, el resto estaba todo junto, tampoco es que hubiese mucho la verdad.

Ni siquiera tenía un sillón.

El departamento para lo único que lo usaba era para ir a bañarse, comer e ir a dormir un rato, una siesta que duraba alrededor de tres horas antes de levantarse abruptamente por alguna pesadilla.

Su cama se la habían dado con el departamento, era bastante grande y entrarían perfecto los tres ahí cómodamente.

- Chips.

El llamado de Kirishima y como le movía suavemente el hombro la llevó de regreso.

- ¿ah? Si, ¿Qué sucede?

- Que si no quieres que vayamos a tu casa, podemos alquilar una o pedir que nos alojen.

- No es eso Kirishima-kun, además los alquileres son ilegales y casi todas las personas que tú conociste ya se retiraron o reencarnaron.

Ella suspiró y se frotó la cara. Debería aprovechar que los llevaba a su departamento, para asearse, comer y llevarlos de compras, no podían vivir con la misma ropa siempre.

Chasqueo los dedos y más rápido que tarde, apareció un pelinegro haciendo una reverencia hacia la mujer.

- Mi Diosa, ¿usted me llamó?

La castaña sonrió avergonzada, Sero hacia eso cuando había más gente que no era Camie, lo cuál eran muy pocas ocasiones.

- Levántate Rey de los Muertos, el día de hoy tendrás que ocupar mi lugar.

Sero la miró confundido.

- ¿Todo el día?

El pelinegro escuchó un gruñido detrás y se volteó, solo para encontrar a un rubio con una amenzadora y extraña aura rodeándolo.

- ¡¿Eres sordo o te haces?! ¡Te dijo que todo el puto día!

A pesar del terror que recorría su cuerpo, el Rey lo ignoró para buscar respuestas en Ochako.

- Hanta ellos son, Katsuki Bakugo y Eijiro Kirishima.

Eso le prendió la curiosidad, volteó curioso a ver a los hombres, el pelirrojo estaba reteniendo del brazo al rubio, quien parecía que quería avanzar para matarlo.

- ¿Estas seguro que eran Dioses de la vida? ¿O al menos el rubio fue un Dios?

Se lo susurró en el oído, haciendo que ella riera y que ahora los dos hombres lo vieran como si quisieran asesinarlo.

- Estoy segura. Bien, Hanta ¿podrías ocupar mi lugar hoy?

Con eso el hombre sonrió e hizo una reverencia.

- Será un honor.

Dicho eso, el pelinegro se levantó y se posicionó al lado de Camie, quién miraba con una sonrisa divertida a su compañera. Ochako al ver eso le hizo una seña facial para que no diga nada, tan sutil como siempre, Camie levantó su mano e hizo como si tuviera cerrando un cierre en su boca.

La castaña caminó hasta las almas, los agarró de las manos y en un pestañeo ya estaban en el departamento.

- No paso mucho tiempo aquí, por lo que no hay mucho. Voy a buscar dinero y ya podemos ir al mercado a comprarles ropa.

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