Y bien, una mañana más, me despierto y cómo siempre, me visto con el uniforme mientras pienso en lo bien que estaba en verano poniéndome lo que me apeteciera. Ahora todo es más cuadriculado, diría, jersey rojo, falda negra, polo blanco y calcetines del mismo color que el jersey; y el día que no era eso, era el odioso chándal.
Hablando de odioso, más odioso es tener que acostarme y levantarme con la misma persona metida en la cabeza. E intentando dormirme, pensé que pasara lo que tuviera que pasar, pero que no me iba a quedar con las ganas de mandarle esa carta. Y tras una mañana cualquiera de clases, la escribo, prefiero no decir lo que ponía, pues es en cierto modo penosa. Y sin pensarlo mucho, le entrego la carta a una de mis amigas para que se la dé a él manteniendo totalmente el anonimato. Estoy nerviosa, por muy chorrada que sea. Ya han llegado las 14:30 y es la hora de la salida, me voy rápido hacia el coche, intentando evitar ver a Gonzalo, pues me da vergüenza.
Pero mientras me voy, por el pasillo, hablando con una amiga, me encuentro de frente a Sergio, que mirándome sonriendo me dice, "Andrea, luego hablamos". Estoy preocupada por el otro tema y sin prestar mucha atención le dedico una sonrisa y seguimos andando mi amiga y yo. Subo al coche, me he quedado embobada mirando a los edificios y árboles a través de la ventanilla, cuándo me doy cuenta de que estamos en frente de mi casa. Cojo el móvil, un mensaje, es Sergio. Siento miedo al abrir Tuenti, por si alguien, o especialmente, ese alguien, sabía que había sido yo la de la carta. Y Sergio me comenta que me había notado rara esta mañana, ¿cómo era capaz de decirme eso, conociéndome de menos de una semana?¿Rara? Si él no sabe ni cómo soy de normal, supongo. Cada vez me gusta más hablar con él, para qué engañarme.
Pasan unos días, estoy cansada de tener que esperar una especie de "respuesta" acerca de mi declaración, pero nada pasa, ni siquiera dirijo muchas palabras con Gonzalo. Menudo borde, imbécil. No hay día que Sergio no me hable, parece ser que estamos cogiendo confianza, y quizás me atrevería a decir que un poco de cariño.
Es Domingo, este fin de semana lo he pasado en mi pueblo, ha sido realmente genial. Estoy agotada y, terminando las conversaciones empezadas, Sergio me saca un tema. Un tema del tipo que le gusta una de nuestra clase. Insisto en que me lo cuente, y en ésto me responde un "tú, tú me gustas", no, ¿cómo?¿cómo va a ser? No es verdad. Me estará vacilando... Pero durante un rato sigue diciéndome que sí, y un inesperado, "¿quieres salir Andrea?".
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Un clavo en lo más profundo del corazón.
RomanceEl cambio que dio mi vida sin apenas enterarme.