Capítulo 2. Líos en la cabeza.

174 7 0
                                    

Veo al que me gustaba el año anterior, cuál tonta sigo sintiendo cierta atracción. Entre reencuentros de amigos, gente hablando de las clases, alguno que otro que se queja constantemente por su tutor… busco con la mirada a mi mejor amiga, este año no iremos juntas a clase, pero estoy segura de que seguiremos unidas. Por fin le veo salir, le ha tocado en primero A, me cuenta que le han separado de nosotras y que está cerca de la chica con la que tuvimos una discusión hace nada y se fue del grupo. Yo, que me estoy muriendo de vergüenza debido a que el chico que me gustaba está muy próximo a dónde estamos, le digo que me han puesto justo detrás a un repetidor, se ríe, y nos vamos a dar una vuelta con los demás.

Pasa este día. Llego a mi casa y me preparo y me ducho para el día siguiente, estoy contenta porque el pelo, que está alisado, sigue sin rizarse, mañana podré llevarlo así, de esa forma el chándal, que no me gusta nada, no quedará tan sumamente mal. Y es que, no va conmigo Educación Física.

Me levanto, mi madre está impaciente, no quiere que llegue tarde, hoy, cómo todos los días a partir de ahora, vendrán a recogerme para llevarme al colegio, una compañera y su madre. Me lavo la cara, no he dormido nada bien, dándole vueltas a esto del chico del curso pasado, por cierto, su nombre es Gonzalo, lo diré para que sea más breve nombrarle. No me entiendo, pensé que después de unos tres meses no conseguiría volver a hacerme sentir lo que sentía. Pero el caso es que me da la impresión de que sí. Me tomo el desayuno y bajo a la espera del coche que me lleva al colegio, y llega, entonces subo y me distraigo de los pensamientos acerca de mis líos en la cabeza. Así me doy cuenta de que son demasiados, de que hasta el momento nunca había sentido estar tan enganchada, cómo si fuera una adicción.

Confío en que hoy transcurra bien el día. Nada más llegar a clase me encuentro con mi compañera de la que he hablado antes. Un abrazo y dos besos, para ser sincera me cae muy bien. Pero hay algo que no resulta del todo cómodo, y es que al darme la vuelta me doy cuenta de que Sergio nos estaba mirando, con su cara de inexpresión absoluta.

Un clavo en lo más profundo del corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora