Capítulo 3. Primeras conversaciones.

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A segunda hora tenemos Educación Física, bajamos, y no va mal la clase. Subimos del polideportivo y la nueva profesora de matemáticas nos espera, tiene cara de ser muy borde, y nos pone mala cara por reírnos mientras subíamos las escaleras. Pero, sencillamente, saco mi cuaderno y hacemos ejercicios. El compañero de atrás me habla continuamente, es muy muy pesado, pero entro en el juego y empezamos a hablar. Mi amiga Marta, que está sentada justo delante de mí y con la que me río muchísimo, se une a la conversación, pero no sabe cómo se llama este chico, repetidor, y le nombra Luis la mayor parte de las veces. Me río tímidamente ante esta incómoda y extraña situación, pues no nos conocemos apenas. Cuándo me percato, la profesora está mirándome de reojo, mientras oigo que dice; “Andrea, Sergio, negativo”.

No, por favor, no, prácticamente nunca me habían castigado, y no tengo ni idea de qué significa un negativo en la asignatura, espero que poca cosa, me juro una y mil veces no volver a hablar con ese pesado de atrás, no para que me haga bajar mi comportamiento. En esto en que le doy vueltas a este tema, preocupada y seria, oigo cómo ese chico me dice, “Andrea pero no importa, uno no es nada, con tres nos pondrán un parte de incidencias pero, tranquila, si nos ponen los negativos cómo éste, por hablar juntos, que nos pongan todos los que haga falta”.

Me giro y le miro cómo intentando hacer notar que no me hace ninguna gracia, pero él sonríe. El resto de la hora pasa sin ninguna importancia, no vuelvo a abrir la boca, ya tengo bastante con lo de Gonzalo, que ahora  viene éste y me empeora la mañana. Lo que me faltaba.

Y es que, mis amigas deben de estar hartísimas de oírme hablar de Gonzalo. No me lo puedo sacar de la cabeza, en el recreo, él juega a baloncesto en el patio con canastas que está cubierto con un techo azul pero aún así, al aire libre. Es nuestro primer año en secundaria y todos los recreos estamos sentadas allí, en una esquina sin si quiera movernos mucho, somos los más pequeños del patio por este curso.

Cómo un día normal y corriente, llega por fin la última hora, toca Inglés. Me siento, cansada, en una silla de las filas de alante, pues hacemos un intercambio de clases cuándo hay esta asignatura. En seguida, Carmen viene a sentarse a mi lado.

He hecho los deberes, y tengo que corregirlos, el profesor me corrige en mi pronunciación sobre la palabra "onion", pues no me sale. Está un buen rato insistiéndome y, mientras, Sergio, se ríe y me dice, "Andrea que no tienes ni idea, que es anion". Se acaba la clase y éste sigue repitiéndome lo de la dichosa palabra, definitivamente, es un pesado. Pero me hace reírme, no puedo evitarlo, cuándo recojo mis libros y los meto en la mochila, se acerca a mi sitio y dice, "bueno, tú sigue diciéndolo cómo te de la gana, yo sólo te aviso".

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